12 FEB. 2019 KOLABORAZIOA Viaje al silencio Jon Azkargorta y Antton Azkargorta Nietos de Anton Aretxabala Dicen, y parece cierto, que la Historia se escribe con renglones torcidos. Pero lo que sospechamos es que la causa de la deformación de los renglones se debe a que entre esos renglones hay espacios vacíos, silencios intencionados, injusticias olvidadas que envenenan el alma, no sólo de una familia sino de toda una sociedad. En nuestro reciente viaje a Cádiz a recuperar los restos de nuestro abuelo Anton Aretxabala, nos hemos sentido reconfortados por la recuperación de sus restos pero seguimos sin saber la verdad de lo sucedido. Las razones de su detención y las circunstancias de su muerte. Era a comienzos del año 1939, cuando el carguero de vapor ITA, a bordo del cual iba, tuvo la mala fortuna de atracar en Cádiz en un mal momento. En Cádiz no hubo guerra, no hubo frente y no hubo batallas. Sin embargo la represión comenzó desde el primer día. Y fue brutal. Como relata el historiador José Luis Gutiérrez en su magnífico e imprescindible “La justicia del terror”, «Los golpistas del verano de 1936 aplicaron una represión exterminadora sobre quienes se habían atrevido a pensar que era posible vivir en una sociedad diferente». El objetivo de dicha política estaba claro y lo explicitaron sin disimulo: hay que aterrorizar a la población. Y las consecuencias evidentes de lo dicho nos aparecen de inmediato. En Euskal Herria conocemos de la aparición en nuestro entorno de milicianos o ciudadanos fusilados en cunetas, arrojados a simas… pero casi siempre en grupos «reducidos», de media docena, diez… En Cádiz nos encontramos con una dimensión que nos recuerda más bien la tarea de las einsatzgruppen en Rusia en el año 41. Nos encontramos con fosas de doscientos y más represaliados, que señalan a las claras el carácter exterminador cuyo objetivo era ejemplarizante, buscaba la destrucción de cualquier idea del proyecto republicano y sus promotores. No bastaba con la victoria militar, había que borrar todo rastro del pasado reciente. Por eso es de justicia la reivindicación de los memorialistas de derogar la actual Ley de Amnistía, que ha servido para conceder impunidad a los responsables de tales atrocidades. También lo es la petición de modificar la actual Ley de Memoria Histórica, a fin de anular los juicios sumarísimos que, haciendo un uso pervertido de la ley, sentenciaron a miles de personas. Y nos parece de gran importancia en la actualidad criticar esa «Transición» que dio lugar al régimen del 78. Como dice en una entrevista a los directores del documental “La memoria de los otros” publicada en GARA uno de los protagonistas de la misma: J. M. «Chato» Galante: «El tipo de transición que se hizo, manteniendo el aparato de una dictadura que había funcionado durante 40 años con un método de represión tan violento, produce un trauma fortísimo y todo ese aparato del Estado está impregnado por el régimen anterior (…) Hay toda una serie de problemas no resueltos desde el punto de vista de los derechos democráticos básicos, cuyo origen se encuentra en el hecho de que no hubo una recuperación de la democracia en condiciones…». Volvemos de las tierras andaluzas con los restos de nuestro abuelo, con muchas preguntas que todavía no tienen respuesta pero también con una enorme gratitud hacia las personas que tanto trabajan en el tema de la Memoria Histórica. Hemos aprendido que en temas fundamentales como éste, pueden trabajar codo con codo instituciones e iniciativas populares. Tenemos que agradecer a la Junta de Andalucía, al Ayuntamiento de Cádiz, a la Plataforma por la Memoria Histórica de Cádiz, a la Sociedad Aranzadi por el esfuerzo realizado y animarles a que prosigan en el empeño a pesar de los cambios que se anuncian en algunas instancias. Un agradecimiento que concretamos especialmente, con el riesgo de dejarnos a alguien en el tintero, al primer teniente del alcalde Martín Vila, al historiador José Luis Gutiérrez Molina, a los arqueólogos Jesús Román y José Gener, al antropólogo Juan Manuel Guijo y a Jimi Jiménez, de Aranzadi.