Arzallus
Pocos personajes públicos han proporcionado tanto material e inspiración en este rincón que el todopoderoso Xabier Arzallus, al que llamábamos, entre otras varias cosas, Jomeini. Un personaje político que tuvo mucho poder, que proporcionó frases y situaciones para la historia y para el incipiente tertulianismo y que desapareció un buen día de la vida pública y acaba de fallecer. La importancia que para el PNV de las últimas décadas ha tenido se debe analizar en términos políticos y económicos: ayudó a fortalecer la versión autonomista, a tejer una toda una red clientelar que atraviesa, todavía, la vida social, laboral y política, lo que le convierte en alguien fundamental, muy importante. Aunque hoy nadie se reconozca seguidor directo de sus tesis, sí se pueden identificar sus huellas en leyes, pactos y procesos.
Como la vida política estatal está tan soliviantada por juicios, decretos, campañas electorales indecentes, incertidumbres y mentiras, la desaparición de Arzallus ha sido tratada dándole un perfil de baja intensidad, tanto mediática como políticamente, que probablemente sea fruto del desconocimiento de los actuales ficticios líderes de los ficticios partidos políticos inmersos ficticiamente en la pelea por el discurso democrático; o como un efecto más del supuesto oasis vasco político actual, en el que no se aprecian tensiones y que todo se resuelve con unos millones de euros más para el TAV.
Arzallus fue durante mucho tiempo referencia interna, y muñeco del pim-pam-pum, externo. Representaba para los periodistas estatales el demonio, lo vinculaban con tesis de ETA, cuando fue, según sus declaraciones, su máximo incentivo para dejar la sotana y ponerse la toga: acabar con la organización armada. Y cumplió su misión de manera obsesiva. Daba bien en cámara, hablaba con persuasión. Descanse en paz.