Raimundo Fitero
DE REOJO

Pesadez

La histeria se reparte al amanecer en estudios de televisión, despachos de orientadores de consignas de partidos políticos, corresponsales del corazón y otras vitrinas de exhibición de las miserias humanas. Los guionistas de los políticos de la derecha trifálica (versión post del trifacio o trifascito) están al borde del desequilibrio mental. Los de Sánchez andan rastreando en las series de moda de los ochenta y en el reinado de Iglesias no saben si dedicarse al circo contemporáneo o desempolvar a Gramsci, si es que alguien lo conoce en esa consigna de maletas perdidas.

Todo sucede con un sentido de la reiteración que está siempre entre la pesadez y la asfixia. Es como esa figura de Telecinco, María Patiño, que grita molestando en estado natural, que se gasta los extras que gana por anuncios de electrodomésticos en su recomposición física, que le deja en estado de histeria comprometida con la existencia de inteligencia y que le repitió una pregunta a una tal Ylenia, señora de pelo rubio teñido, que no tengo el gusto en conocer, unas decenas de veces porque quería que le dijera que era adicta a las drogas. Desde la distancia y sin ofender, la adicta parecía la preguntadora. Con esa cara y ese tono inquisidor, podía pasar por ser la candidata ideal de los naranjitos dislocados. Pero es una pesadez escuchar cada día a los mismos diciendo las mismas tonterías, aunque va creciendo la desfachatez, se incorporan a las listas personajes pintorescos, algunos evidentemente franquistas, otros fascistas disimulados y muchos oportunistas chaqueteros que huirán en cuanto no salgan elegidos.

El notoriamente más pesado, por tener una pesadez caducada, es Zipi Casado. Y sus adjuntos, cada día más pesadamente candidatos a dar el salto histérico a Vox. El pistolero de Amurrio no aparece en la tele. Por algo será.