«Altsasu se ha acostumbrado a vivir con presión y malas noticias»
Urkijo será la única de los ocho jóvenes de Altsasu condenados por un altercado con dos guardias civiles y sus parejas que podrá participar, «in situ», en la manifestación de mañana. Antes, reflexiona con GARA sobre lo vivido durante estos 29 meses.
«Dentro de lo malo, desde un principio he sido la que mejor ha estado», repite Ainara Urkijo. Es una de las ocho personas condenadas por la Audiencia Nacional a penas de entre dos y trece años de prisión por la trifulca con dos guardias civiles y sus parejas en Altsasu, en octubre de 2016. Es cierto, es la única que no ha pisado la cárcel y ha podido continuar con su vida. Sin embargo, seguir construyendo un futuro tampoco ha sido fácil, ya que ser centro de atención, en ocasiones carnaza mediática, y vivir a la espera de juicios y sentencias ha marcado su carácter, según destaca. Echa de menos el grupo de apoyo que constituyeron los encausados cuando estaban en libertad y reconoce que toda la solidaridad y movilización que ha provocado el caso es lo que le ha permitido no sentirse sola.
Acaba de recibir la confirmación de la sentencia...
Sigo firmando en el juzgado dos veces al mes. El día 15 (una semana después de que se hiciese pública) fui a firmar y allí me la notificaron. Como siempre, me entero antes por los medios. En 2016 supe que mi nombre aparecía en el auto de la juez Carmen Lamela a través de un medio escrito y la primera sentencia de la Audiencia Nacional me llegó por un compañero de trabajo que había visto en la televisión que yo no debía entrar a prisión porque la sentencia era de dos años.
¿Lo esperaba?
Sabíamos, también esta vez, lo que nos podía venir y que no iba a ser nada bueno. Sin embargo, al retrasarse la fecha de publicación de la sentencia, inevitablemente te creas alguna ilusión, crees que se lo pueden estar pensando. Pero para nada, al final la misma decepción de siempre. Rabia, eso es lo que me creó. Dentro de lo malo, desde un principio he sido la que mejor ha estado, pero eso también, en algunos momentos, me ha creado un sentimiento de culpa por ser la única que no ha entrado. No es culpa, lo tengo todo muy claro, pero…Cuando la Guardia Civil nos detuvo en noviembre de 2016, nos llevaron a la Audiencia Nacional. Yo quedé en libertad y mandaron a los siete chicos a la cárcel. Cuando salí de los juzgados allí estaban los padres y madres de todos. Nos aplaudían al salir. Y pensaba, «¿por qué aplauden? Los han mandado a prisión». Me abracé con todos, pero ese momento… Yo volvía a casa y sus hijos se quedaban en la cárcel.
Rabia sí, pero ¿se ha empezado quizás a asumir o normalización todo lo que está pasando?
Cuando alguien de fuera me pregunta a ver cómo va el caso, ya no sé ni qué responder. Dices que estás bien, porque es lo que te sale en ese momento, pero en realidad nos hemos acostumbrado a vivir con la presión y las malas noticias. Altsasu está en la televisión continuamente, la última con Inda y Casado. Me acuerdo de cuando éramos txikis, que Altsasu salía por la televisión y te hacía ilusión. Nada que ver con lo de ahora.
Menciona la «performance» de Inda y Casado, ¿siguen queriendo sacar rédito político de lo que está viviendo Altsasu?
La primera reacción fue de incredulidad. No se había escuchado nada. Pero sí, Altsasu estaba otra vez en los medios. Realmente, por el que más rabia me da es por Iosu [el dueño del bar Koxka] que además está teniendo que escuchar críticas injustas y se ha visto de la noche a la mañana en medio de toda esta historia, después de que lo ha pasado muy mal, recibiendo llamadas al bar y amenazas. Es una nueva burla al pueblo. No sé qué pretenden encontrarse al venir así, ¿qué quieren que pase?
Mientras tanto, la vida de ocho jóvenes sigue marcada..
Es una vida que ha cambiado completamente. Te toca acostumbrarte a cosas que no podías ni imaginar. Esta misma entrevista es una de ellas. Cuando salía de casa le he dicho a mi aita que venía a hacer una entrevista con GARA y ha dicho «joder, qué familia». Mientras yo estoy aquí, mi madre y algunos otros están en Bruselas, en el Parlamento Europeo. ¿Qué decir de ellos [Adur Ramirez de Alda, Jokin Unamuno, Jon Ander Cob, Julen Goikoetxea, Iñaki Abad, Oihan Arnanz y Aratz Urrizola], que están en la cárcel? Fuera, en mi caso, también me he tenido que adaptar. Da igual si tienes ganas o no de algo, hay veces que es lo que toca y punto. Nos han hecho vivir con eso. Por ejemplo, me acuerdo del juicio. No salió mal, pero ves que luego hacen lo que quieren. Te hacen vivir sin saber qué va a pasar. Unos días tenía miedo y otros sentía tranquilidad. Pero es una pura incertidumbre.
¿Qué han supuesto estos dos años para Ainara Urkijo?
¿Madurez? Hay quien me ha dicho que la madurez que ganas en unos aspectos la pierdes en otros. Pero ahora soy más firme. A la hora de tomar una decisión, más segura. Antes era más insegura. Ahora estoy más confiada de lo que hago. Es algo que he compartido con Jokin [Unamuno)] y él también me ha reconocido que las conversaciones que pueden tener ahora en la prisión de Zaballa poco tienen que ver con las de hace tres años. En el trabajo, una compañera sí que me dijo una vez que cuando hice las prácticas era más risueña. ¡No voy a tener todos los días buenos!
Desde Altsasu Gurasoak han comentado más de una vez que, además de un grupo de trabajo, han sido un grupo de apoyo. ¿Es así?
Cuando el resto estaban en la calle, de vez en cuando nos juntábamos, hablábamos... Entre nosotros incluso hacíamos bromas sobre nuestra situación, sobre la posibilidad de ir a la cárcel, tratando de quitar hierro al asunto. Eran bromas que el resto no entendía, pero que nos servían para estar a gusto. A Iñaki le conocía, pero tenía muy poca relación. Al resto les conocía a todos de la ikastola. Jokin y Adur son de mi edad y el resto, más jóvenes. Pero no tenía confianza con ellos. Hemos creado más que un grupo de trabajo, un grupo de apoyo. Ahora me falta ese grupo de apoyo. El día que tengo malo lo paga la gente de alrededor.
Sin embargo, solidaridad no ha faltado. Estos dos años y medio han estado marcados, precisamente, por la movilización...
No tengo redes sociales, no me gustan, pero cuando entras en alguna y lees todos los mensajes de gente de todas partes, personas que no te conocen… ¡cómo se vuelca la gente! No tengo ese grupo de apoyo, pero para nada me siento sola. El marrón lo tengo yo, pero esa solidaridad me arropa mucho. Y eso lo perciben también, seguro, los que están en prisión.
¿Se ha acabado normalizando también tanta movilización?
El trabajo del pueblo es impresionante, muy bueno. Yo me siento muy orgullosa. Hay gente que dice que le dimos demasiado peso a decir que no era terrorismo e incluso hubo críticas. Pero yo creo que se han hecho las cosas bien, paso a paso y con cabeza. Creo que fuera de aquí todo el mundo está impresionado con lo que se ha hecho en Altsasu. Hemos llegado muy lejos.
Incluso se ha normalizado lo logrado en las dos manifestaciones grandes de Iruñea. Al final hay tantas movilizaciones que casi entras en la rutina. Deberíamos parar, pensar y ver qué dimensión hemos tomado.
Mañana vuelven a convocar a la ciudadanía. Cabe concluir que la movilización sigue considerándose importante...
El apoyo de la gente se hace notar. Nuestra causa y todo el trabajo que se ha hecho no tendría ningún sentido si no hubiese tanta gente que nos apoyara. La manifestación volverá a demostrar ese trabajo que se ha hecho durante todo este tiempo.
«Txarrenari onena atera diozu», ¿no? De lo peor se ha sacado lo mejor...
De una historia así se han sacado cosas muy positivas. Me acuerdo, ahora que para la manifestación hemos habilitado el frontón (también la ikastola y el frontón de Olazti), cuando durante una gran nevada en enero de 2017 ya lo abrimos para la gente que se había quedado atrapada en la carretera. Se vio un pueblo muy unido. Altsasu siempre ha sido mi pueblo, pero allí ví que se involucraba mucha gente de manera solidaria y que se crearon relaciones. Lo mismo se puede decir de nuestro caso. Por ejemplo, para la manifestación de este domingo hay una asamblea plural con gente muy distinta en la que cada uno está ofreciendo lo que puede: una casa, una cama, una comida... lo que sea. Es la parte positiva que ha salido de esto. Y en lo personal, me transmite mucho cariño. Es ternura.
¿Por qué ha pasado todo esto?
Pienso mucho en por qué nos ha tenido que pasar y por qué ha tenido que ser todo tan retorcido. Los intereses de algunos los estamos pagando otros. Es la historia de siempre, lo que pasa que esta vez ha cogido un eco diferente. Lo hemos podido sacar a la luz de otra forma. Pero, ¿por qué nosotros? Porque somos de aquí, porque somos de Altsasu. Sin ninguna duda. A una persona de la otra punta del Estado le van a decir que somos terroristas y seremos terroristas. La manera de presentar nuestras caras en prensa fue una clara prueba de ello. Se juntan muchos intereses.
Desde una situación como la suya, ¿cómo se mira al futuro más cercano?
Me gustaría decir que confío en la justicia de Europa. Y, en parte, siempre mantienes algo de esperanza. Algún día tiene que salir alguien a decir que aquí las cosas no se han hecho bien. Yo he tenido esperanza durante todo el proceso. No quieres y no puedes quitártela. ¿Qué vas a hacer? Ser positiva y pensar que sí, que se tiene que solucionar. Mientras tanto, estos [los siete encarcelados] están en prisión, pero este caso se tiene que solucionar.
¿Un último mensaje a quienes leerán esta entrevista desde la cárcel de Zaballa?
Suelo ir a visitar a Iñaki y allí le digo todo lo que siento. Ya saben que les queremos en casa, que les echamos de menos y que les queremos. Que seguiremos con ellos. Mientras tanto, que se agarren a estar juntos.