El hombre lleva siglos ideando artefactos, maquinarias y artilugios para intentar imposibles viajes en el tiempo. En España aseguran que están punto de conseguirlo. No se han programado viajes al futuro, pero ofrecen un viaje a 80 años atrás sin más gastos ni ingenios que un programa electoral.

Casi me cuesta creer que el de Vox sea de verdad y no una página de “El Jueves”. Pero lo grave no es que lo presenten, y tampoco que con eso esperen conseguir votos. Lo grave es que los consiguen.

Es proverbial la capacidad de buena parte de la ciudadanía española para olvidarse de la corrupción, el paro, la precariedad, de sus maltrechos derechos y de cuanto les zapatea la vida en cuanto sale a la palestra la unidad de España.

Bueno, a decir verdad, unidad y tradiciones. Porque ofrecen la vuelta de un mundo viejo, rancio y opaco, donde el espacio de los derechos y el de las libertades nace ocupado por las prohibiciones, las ilegalizaciones y la persecución; el viejo y rancio mundo de todo para algunos y nada para todos los demás.

Un salto atrás con paso firme y marcial. Pero pletórico de la alegría de los símbolos nacionales, los héroes nacionales, el flamenco, la tauromaquia, la caza, Gibraltar español y la cabra de la legión. Y les votan. Así que no se si esa capacidad de la que hablaba es proverbial, o demencial.