Mediciones
Andan por las tertulias intentando medir los escándalos políticos y policiales. No saben si hacerlo a lo largo, a lo alto o a lo ancho. Llevan unas semanas que el escándalo judicial de los políticos del procés ha entrado en un plano de menor relevancia. Quizás al ver los cuentos, los relatos aprendidos de las fuerzas y cuerpos de inseguridad del Estado corrupto den por hecho que la condena ya está redactada y que lo que sucede en estos momentos es una documentación que solo le interesará a los independentistas, comunistas y jueces togados del santo sepulcro europeo.
La mano de «El Tuno», ese ministro de la gobernación que condecoraba a vírgenes, Fernández Díaz y su policía política está apareciendo en denuncias, cintas de audio y algunos vídeos que se guardarán en cajas fuertes o en fuertes con caja de ahorros. Vale, están intentando darle algo de aire electoral a Pablemos Iglesias, pero lo que hicieron con su fuerza política, creando noticias falsas, como hicieron también con algunas personas de la entonces denominada Convergencia de Catalunya, como antes había sido una manera habitual de tratar asuntos relacionados con la insurgencia vasca, forma parte de una práctica que no sucede en las cloacas, sino en despachos con moqueta del poder a cargo de funcionarios con quinquenios y medallas por el ejercicio de la represión policial eterna. En blanco o en negro. Ahora consideran que estamos ante un gran escándalo. Y lo es, pero como se sucede desde hace décadas, es un escándalo circunstancial, oportunista. El gran problema es que ninguno de los partidos que han tenido oportunidad de limpiar las cloacas, lo han hecho. Algunos hasta las ampliaron y condecoraron. Muchos de los periodistas que hoy se rasgan las vestiduras fueron cómplices felices y sin medidas de todos los excesos policiales que se cometían en Euskadi.