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DE REOJO

Pantoja


Saetas y capirotes atraen mítines y mensajes corruptos. ¿Qué hacemos con la realidad menos mediática y electoral? Entramos en una semana que puede parecer un suspiro o una eternidad. Todo va a depender del dial que conectes, de la cobertura del wifi y de las ganas que te queden de pertenecer a las mayorías o las minorías, silenciosas o gritonas. Lo difícil es reivindicar la vulgaridad como máster de popularidad. Lo realmente imposible de repetir es ser Isabel Pantoja. Eso sí que es un fenómeno electoral. Si el Ibex 35 interviene con sus excedentes contables en patrocinar candidatos, políticos y policías con el alpiste de la corrupción masiva o selectiva, seguro que tienen en la señora Pantoja el paradigma, la explicación, lo indescifrable. Todos los marquistas, los consejeros delegados, los cazadores de talentos indecisos buscan algo o alguien que pueda tener el valor de uso y de cambio, a la vez y simultáneamente, de Pantoja y su entorno biológico o político. Pregunto sin tomarme la pastilla: ¿a quién apoya, recomienda, induce al voto Isabel Pantoja con su presencia televisiva en los brazos de Mediaset, o sea, de los tentáculos de Berlusconi? Porque nadie lo dude, existe un porcentaje de voto secreto en las encuestas, al igual que campañas obvias camufladas o explícitas, en las televisiones del entretenimiento reaccionario. Bertín no es más de derechas que Pantoja. Pantoja no es más de derechas que AR. Y así sucesivamente. Mirar cada día los resultados de las audiencias televisivas, nos puede servir de eficaz orientación en el laberinto de las encuestas. Y con la misma carga científica que las diversas cocinas demoscópicas que hablan del recuerdo de voto y dan sin pudor decenas de escaños a un grupo de ultras que era extraparlamentario hace unas cuantas semanas. Y el pistolero de Amurrio no es Pantoja. Ni de lejos.