Agustín GOIKOETXEA
GASTEIZ
Entrevista
FÉLIX PLACER UGARTE
CURA Y TEÓLOGO

«Para ser creíble la Iglesia debe responder a las necesidades urgentes de nuestro pueblo»

‘‘Euskal Eliza. Iglesia popular vasca. Una alternativa eclesial en Euskal Herria’’ es el título del último libro de Félix Placer Ugarte, un trabajo en el que aborda la realidad de la Iglesia vasca y sus retos. Mucho tiempo ha transcurrido desde que presentase su tesis doctoral ‘‘Creer en Euskal Herria’’, en 1977, pero este inquieto teólogo trata de añadir argumentos para construir su ansiada Iglesia.

¿Qué persigue con este nuevo trabajo?

Este libro está escrito desde la experiencia histórica (1976-2019) de Comunidades Cristianas Populares, Coordinadora de Sacerdotes de Euskal Herria y Herria 2000 Eliza, y trata de presentar su relato como aportación para realizar una Iglesia popular vasca: Euskal Eliza. Quiere mostrar y analizar su significado y desarrollo dentro del contexto de este periodo denso y difícil de la historia.

¿Qué significado pueden tener en la actual sociedad vasca laica y secularizada, las líneas y modelo de Iglesia que estos grupos han propugnado y vivido? Este relato y memoria tratan de responder también a estas preguntas. El libro concluye con un interesante epílogo donde, desde los diferentes herrialdes, se aportan opiniones, reflexiones, propuestas y pistas que abren nuevas perspectivas.

¿Cuál es la particularidad de esa Iglesia popular vasca que describe?

El inconformismo crítico con las formas prácticas de la Iglesia institucional ha llevado a estos colectivos a proponer, desde su lectura del Evangelio y del Concilio Vaticano II, un modelo alternativo de realización de la Iglesia en Euskal Herria que superara formas de pastoral de cristiandad. Como concreción del concepto de Pueblo de Dios, han intentado desarrollar una «Iglesia popular», atenta y capaz de responder a los signos de los tiempos desde la sensibilidad y servicio liberador a los pobres. Han destacado y desarrollado su específico carácter vasco, inculturado en la identidad euskaldun, como Euskal Eliza comprometida, en su anuncio del Evangelio, con el proceso de paz desde la justicia.

¿Cómo afrontar la realidad de la creciente secularización de la sociedad?

El proceso secularizador ha venido acentuándose decisivamente en nuestro contexto. Hoy, en el siglo XXI, se constata que la sociedad vasca ya no es religiosa. Su imaginario grupal y social, su cultura simbólica son plurales y diversificados. Es necesario, por tanto, dentro de la imprescindible laicidad, un nuevo paradigma religioso plural y también posreligioso donde carecen ya de sentido los parámetros eclesiásticos dogmáticos y conservadores.

En este proceso se advierte la diversidad y pluralidad de nuevos valores y contravalores en donde la posmodernidad, en especial entre las nuevas generaciones, se manifiesta de formas muy variadas, tales como la solidaridad frente al individualismo y la competitividad, la valoración del compromiso, la importancia de la corporalidad, el feminismo...

Pero la laicidad no implica supresión de lo religioso, que continúa presente aunque de formas muy divergentes; también conflictivas. Desde la experiencia creyente que este libro relata, se trata de responder a los desafíos de la laicidad en Euskal Herria dentro de su afirmada pertenencia crítica a la Iglesia, caracterizada como Euskal Eliza.

¿Es viable que la Iglesia vasca supere la crisis en que está inmersa?

La crisis de la Iglesia vasca era inevitable. Pero no consiste solo en la disminución de vocaciones o en el progresivo vaciamiento de las iglesias, que son síntomas de algo más profundo. Es una crisis de credibilidad e identidad: ¿Por qué y para qué la Iglesia en Euskal Herria?

Para ser creíble hoy la Iglesia vasca debe, a mi entender, responder desde la ética y el Evangelio a las necesidades urgentes de nuestro pueblo. Tendrá que superar su anquilosamiento interior, implicarse en la defensa de los derechos sociales, denunciar la falta de diálogo político, la injusticia de los gobiernos que generan y mantienen conflictos, la ausencia de democracia real en los estados que niegan a los pueblos su derecho de autodeterminación y soberanía; exigir el cese de todas las violencias, reivindicar los derechos de todos los presos y presas, exiliados y deportados, mostrar solidaridad convincente con todas las víctimas. Son desafíos urgentes que este libro analiza y propone para una Iglesia que anuncia la reconciliación y la paz.

Pero hoy, tal como nuestra Iglesia vasca está estructurada y centrada en sí misma, pienso que carece de las opciones requeridas para responder con audacia profética, a pesar de la insistencia del papa Francisco. Creo además que le faltan conciencia y convicciones de lo que Euskal Herria es y necesita para lograr la paz basada en la justicia, respetando la pluralidad y legítimas diversidades, dentro de ella y en la sociedad vasca en su conjunto

Los perfiles de los obispos nombrados por Roma son bien distintos ¿Encuentra alguna razón?

Efectivamente el talante episcopal comenzó a cambiar con monseñor Añoveros, obispo de Bilbao, quien defendió (1974), ante la crispación del Gobierno, los derechos del pueblo vasco, su lengua e identidad. Luego continuó con nuevos obispos ya vascos y euskaldunes: Setien, Uriarte, Cirarda quienes, con Larrauri y Asurmendi, en Gasteiz, ofrecieron durante los tiempos de la Transición y «democracia constitucional», pastorales conjuntas muy criticadas.

Pero la Conferencia Episcopal Española, con Rouco a la cabeza, presionaba para que otros obispos, acordes con su línea, asumieran la dirección de unas diócesis que se desmarcaban, con sus posicionamientos en favor de Euskal Herria, de los parámetros unionistas de la Iglesia española. Y lo consiguieron en Iruñea con Fernando Sebastián y con Francisco Pérez; en Bilbo, con Mario Iceta y, en Donostia, con José Ignacio Munilla. Estos nombramientos fueron el golpe de timón más llamativo de la estrategia vaticana-española reciente para reconducir la Iglesia vasca. También en Ipar Euskal Herria monseñor Alliet y, en Gasteiz, Juan Carlos Elizalde, fueron designados, al entender de muchos, según esa línea y criterios.

¿La designación de Joseba Segura como auxiliar de Bilbo supone cierto viraje?

No ha sido una sorpresa y su nombramiento era en cierta manera esperado. Con una larga experiencia pastoral en Bizkaia y Ecuador, su elección ha sido ampliamente aceptada en su diócesis. De talante abierto, es dialogante con sensibilidad y capacidad para afrontar su problemática, sus desafíos y exigencias. Como obispo auxiliar está al servicio del titular, Mario Iceta, en una diócesis compleja y difícil, con un futuro incierto, que debe abordarse no solo desde este herrialde, sino desde el conjunto de Euskal Herria.

No veo fácil que la designación de Joseba Segura haga viable una Euskal Eliza con todas sus implicaciones, pues pesa la influencia conservadora de una episcopado español y la estrategia de la Curia romana en nuestras diócesis. Una prueba evidente, entre otras, es la resistencia a unirlas en una provincia eclesiástica con sede en Iruñea; hasta ahora divididas entre Burgos y Pamplona.

Usted conoce mejor la realidad en Araba, ¿cómo valora el episcopado de Juan Carlos Elizalde?

En una debilitada y decadente diócesis de Vitoria, amplios sectores deseaban un obispo que alentara e impulsara un nuevo estilo de Iglesia abierta, dialogante, participativa, vasca, comprometida en el proceso de paz desde la justicia, defensora de todos los derechos. Cuando fue nombrado el navarro Juan Carlos Elizalde, en 2016, se esperaban pasos significativos en esa línea. Así se lo propuso un amplio grupo de personas laicas y sacerdotes.

Sin embargo, no hemos comprobado una evolución convincente. Aunque su talante sea cercano y comunicativo, no ha logrado empatizar con los problemas de fondo de nuestro pueblo e impulsar una Euskal Eliza renovada, solidaria, comprometida en la paz desde la justicia con los pobres, con la situación política, con la cultura de Euskal Herria.

Sus preferencias se ha centrado directivamente, a mi modo de ver, en planteamientos más espiritualistas que fieles y consecuentes con los signos de los tiempos de esta etapa crucial y crítica; por supuesto, lejanos a los que se proponen en este libro. De todas formas, seguimos proponiendo, con audacia profética y dialogante, con esperanza evangélica liberadora, esta alternativa eclesial.

En el libro aborda la «euskal teología», ¿se refiere a la Teología de la Liberación de Euskal Herria?

A una teología propia, elaborada desde aquí y que conecte con su problemática, necesidades, cultura, lengua, proceso de paz. Debe considerarse la pertinencia de la teología de la liberación, elaborada en el contexto latinoamericano, para su aplicación a Euskal Herria. Por supuesto, no se trata de trasladar sus análisis y conclusiones, sino de seguir su método. Porque la teología debe ser liberadora también aquí, ante las situaciones sociales, económicas, políticas y culturales. Por tanto, temas teológicos son también la precariedad laboral, la ecología, los presos, los derechos humanos individuales y colectivos, la perspectiva de género... Es decir, los campos tradicionalmente entendidos como propios de la teología no pueden desvincularse del contexto problemático sociopolítico. Son una interpelación a su reflexión para que colabore en un proceso de transformación liberadora.

Y todo ello, preferentemente en euskara, expresión básica de nuestra identidad. Si la teología quiere ser vasca, deberá ir elaborándose, desde la cultura vasca, en euskara, ya que su lengua contiene significados, sentidos, contenidos, formas de compresión propios y originales. Así será Euskal Teología.