GARA Euskal Herriko egunkaria
JO PUNTUA

Semana Santa (y II)


Este nuevo auge de las Cofradías después del intento ilustrado –de un «despotismo ilustrado» de arriba abajo– de su eliminación, de las consecuencias de la invasión napoleónica y de la transformación de la propia sociedad estamental del Antiguo Régimen una vez desaparecidos los gremios, ponen en relieve un fenómeno de enorme importancia cual es el ascenso de la burguesía que tomaba las riendas de su revitalización.

Las escuelas escultóricas de Sevilla (Martínez Montañés) y de Granada (Alonso Cano), el arte sacro, los talleres, la orfebrería, la imaginería, una «industria». Ya en el siglo VI Gregorio Magno decía que «lo que la Sagrada Escritura proporciona a los que saben leer, eso es lo que la pintura proporciona a los analfabetos que saben mirar; en ella los ignorantes ven los ejemplos que tienen que imitar y leen lo que no saben leer». Era el «cine» de entonces.

Es evidente la promoción «turística» (excusas por el anacronismo) que se hizo de Sevilla a mediados del siglo XIX vinculándola a las procesiones en competencia con Roma y Jerusalén, como en la Edad Media Santiago de Compostela equilibrara hacia occidente la atracción peregrinatoria como contrapeso a la atracción de Bizancio en oriente. Se era consciente de que cualquier subvención o gasto en la celebración de la Semana Santa tenía inmediata repercusión en el comercio local, y así Málaga o Córdoba trataron de emular a Sevilla con una burguesía comercial que la hizo suya.

¿Cultura popular? En nuestra opinión, no, sino alienación secular y finisecular. Los carnavales sí serían «cultura popular», concepto que arranca del romanticismo alemán herderiano, como las murgas gaditanas. Y ya vemos en qué han acabado los espectaculares y espectacularizados carnavales de Río o Venecia o Tenerife, en reclamos turísticos. Y no en carnaval rabelesiano como segunda vida del pueblo basado en la risa y en la burla del poder. Y donde Epistemón –personaje de Luciano de Samosata– luego de volver de una estancia en los infiernos y hades y avernos, dice: «los diablos eran buena gente».