Nos hace falta mucho vudú
El 2 de abril de 1968, una mujer blanca posó su mano sobre el antebrazo de un hombre negro mientras cantaban en la televisión estadounidense. Y se armó la marimorena, o más bien la mariblanca. Las cosas seguían así de racistas mientras por fin rugían las Black Panthers. No pudieron censurarlo porque era en directo. Las centralitas telefónicas ardieron de indignación supremacista. Fue la cantante inglesa Petula Clark quien se aferró, al final de la sentida canción “On the path of glory”, al neoyorkino de origen jamaicano Harry Belafonte. Ambos siguen hoy muy orgullosos de la que liaron.
En 2016, la tele nos regaló el sacrilegio interracial definitivo, fue en “The Walking Dead”. El antiguo policía, líder blanco y heteropatriarcal, yace con la negra de la katana que va por libre. Rick y Michonne follan salvajemente y se quieren de igual a igual: el único amor verdadero. Con el apocalipsis zombie, cae el sistema y todas las opresiones que lo sustentan y nos asfixian, a veces tengo ganas de que lleguen los putos zombies. Michonne, además de jodidamente heroica, radicalmente buena y perturbadoramente chulaza, es negra-negra, como diría Arzallus. Directamente africana. Ella no, Danai Gurira, la actriz que le da carne y alma. Y es, además, una dramaturga comprometidísima con la encrucijada de las mujeres pobres y negras.
“The Walking Dead” transcurre en el viejo y racista sur, incluso se graba en el estado de Georgia, el Hollywood de la costa este. Muchas productoras abandonarán Georgia si entra en vigor esa ley que prohíbe el aborto desde que se detecta el latido del feto, cuando las mujeres no suelen saber que están embarazadas, y que se está aprobando en dominó en los estados con mayor proporción de mujeres negras y pobres. Quieren tumbar el derecho a elegir de todas las mujeres en los USA, protegido desde 1973. La semana que viene, pasearé por Nueva Orleans: Louisiana también ha declarado la guerra a la autodeterminación de nuestros úteros. Nos hace falta mucho vudú libertario frente a España y al patriarcado. Lo bueno es que ya lo llevamos dentro.