Un cuarteto luchando contra la acústica
Ya que la sala de cámara del Kursaal, que es probablemente el espacio con mejor acústica de Donostia, lleva sin usarse para la música clásica desde tiempos inmemoriales –y por razones incomprensibles–, la Quincena ha dado con la solución a su déficit de música de cámara en esta colaboración semanal con San Telmo, que se inició hace dos veranos y que cuelga siempre el cartel de completo. Los conciertos se celebran en el claustro del museo, un rincón agradable y con una acústica más que aceptable para tratarse de un escenario al aire libre. Pero estas peculiaridades del lugar a veces resultan un lastre, como ocurrió el jueves con la actuación del Cuarteto Gerhard. El Gerhard, entre sus muchas virtudes, es conocido por desarrollar un meticuloso trabajo en torno al sonido, en un preciso ensamblaje de timbres que les permite aportar una dimensión adicional a sus interpretaciones. Pero muchos de esos matices, sencillamente, se perdieron en la acústica del claustro y en el ruido de las calles aledañas. La falta de un poco más de reverberación que arropara a los músicos empañó también la belleza de las frágiles armonías del “Adagio para cuerdas” de Barber, y todo eso fue una pena porque todo ese trabajo estaba ahí pero no lo podíamos percibir al cien por cien. Aun así, se pudo disfrutar mucho da la habilidad estilística con la que el Gerhard se desenvolvió en el “Cuarteto ‘La caza’” de Mozart, en base a unas prácticas heredadas directamente de la gran tradición cuartetística e ignorando por completo los hallazgos historicistas. Pero el plato fuerte de la noche fue, sin duda, el “Cuarteto nº 15” de Schubert, una obra muy avanzada para su tiempo (1826), con una personalidad muy pronunciada y unas complejidades técnicas imponentes, con un despliegue formal genial en su imprevisibilidad. El Gerhard lo defendió con gran calidad, atención al detalle y arrojo.