Maite UBIRIA BEAUMONT
IRUN
Entrevista
PHILIPPE MARTINEZ
SECRETARIO GENERAL DEL SINDICATO FRANCÉS CGT

«La única alternativa que tenemos es la convergencia de luchas»

La convergencia de luchas inspiró el panel de la contracumbre del G7 en el que los secretarios generales de CGT, Philippe Martinez, y de LAB, Garbiñe Aranburu, departieron junto a otras voces sociales. GARA entrevistó al sindicalista de Suresnes.

Los fotógrafos que acudieron al panel “Fin de mes, fin del mundo, una misma lucha” buscaban la imagen inédita de los máximos responsables de dos sindicatos: uno, CGT, de obediencia gala; el otro, LAB, de obediencia vasca. Para Philippe Martinez, las fricciones del pasado y, sobretodo, los pasos a dar en el futuro deben cimentarse «en el diálogo y el respeto mutuo». Pero, claro está, en la conversación con GARA abordó las tareas que esperan en la rentrée a la CGT, con mención obligada a las movilizaciones ya anunciadas contra la reforma de las pensiones y en favor del medio ambiente.

¿Por qué motivos y con qué objetivos decidió la CGT que debía estar en la contracumbre del G7 en Ficoba-Irun?

Cuando los que dicen que no hay dinero para que todos coman correctamente en el mundo se reúnen con gran fasto y gastando ingentes cantidades de dinero, me parece que resulta del todo preceptivo que las asociaciones, los sindicatos, los militantes y las personas que trabajan día a día para construir alternativas a ese modelo se reúnan, debatan y pongan al día la hoja de ruta de las luchas presentes y también futuras. Por eso vinimos a Ficoba.

Coincidiendo con una cumbre del G7 entre cuyos objetivos se inscribió la lucha contra las desigualdades, conocimos una estadística que señala que el Estado francés encabeza el reparto a accionistas.

Unos datos que sin duda confortan al club de los ricos y al señor Macron, que nos dice que no hay dinero para responder a las demandas de las personas, para mejorar las vidas de los trabajadores pobres, de las empleadas que sufren la precariedad, de quienes soportan unas condiciones de trabajo cada vez más degradadas. Pues sí, ese informe que cita usted es el auténtico pasaporte del presidente Macron; su aureola es ésa, la de ser el presidente de un país que es el campeón de Europa en el reparto de dividendos, de beneficios, de ganancias a quienes ya tienen mucho y siempre quieren más. Creo que a quienes queremos cambiar de raíz ese modelo de sociedad nos hacía falta encontramos y que la contracumbre del G7 nos ha ofrecido esa oportunidad.

¿Cómo se ve la CGT en ese mapa de las alternativas?

Evidentemente reivindicamos nuestro lugar en el mapa de luchas, y no es casual que nos implicáramos cara a Ficoba en un panel destinado a abordar esa doble lucha: la de llegar a fin de mes y la que pasa por confrontar el final de este planeta dada la urgencia climática. Es una misma lucha. Eso sí, dejando sentadas algunas cosas. Por ejemplo, para nosotros es inaceptable que se trate de culpabilizar a las personas del calentamiento global con la misma intensidad y al mismo nivel que se hace con los gobiernos. La selva amazónica arde desde hace semanas, ¿nos van a decir ahora que los ciudadanos son los responsables de que eso pase? No, la deforestación de la Amazonía se debe a que hay gobiernos que sustentan a multinacionales que quieren imponer cultivos de soja o aceite de palma para que sigan recibiendo ganancias y dividendos los de siempre. ¿Cuando hay un desastre –le llaman accidente– en una empresa, es culpa de los trabajadores? No, es la patronal la que tiene la responsabilidad de garantizar las condiciones de trabajo.

Esa división, con cierto componente de clase, entre lucha ecológica y social, ¿se va disipando o sigue pesando el hecho de que, por caricaturizar, el «circuito bio» no esté al alcance del trabajador que se enfrenta a un fin de mes en números rojos?

¡Cómo se puede decir a gentes que viven rozando o por debajo del umbral de pobreza que deben consumir sano, que deben comer saludablemente, como si esa fuera una opción para ellas! Y, por descontado, sin que los que tienen en sus manos el poder real cumplan su parte del contrato en materia de igualdad de oportunidades. Esos ciudadanos, no se si nos damos cuenta, solo pueden elegir entre comer o no comer, punto final. ¿Alguien se ha parado a pensar qué pensarán las personas en situación de precariedad energética –son 12 millones en Francia– ante esas campañas oficiales que nos invitan a hacer un uso más eficiente de la energía? Mi punto de vista es que el fin de mes y el fin del planeta son dos retos entrelazados, pero creo que sin abordar la justicia social no vamos a poder hacer frente a la urgencia climática.

Bajemos al terreno concreto. ¿Cómo se incide en esos dos frentes y, sobre todo, se establece el puente entre esos retos?

El año pasado, la CGT se implicó con todas sus fuerza en la lucha del tren, en la lucha contra la quiebra social de la SNCF. ¿Es una lucha ecológica? Sí, porque el tren es un transporte sostenible. Menos trenes de mercancías son más camiones sobre nuestras carreteras. Cierran líneas de cercanías, dejan morir las estaciones pequeñas y medianas. ¿Cómo van a llegar los trabajadores a su lugar de trabajo ? ¿Recurriendo otra vez al coche? Cuando se cierran servicios de proximidad, de correos, de impuestos... ¿qué nos plantean? ¿Tenemos que coger de nuevo el automóvil para ir a la oficina más cercana, que estará, si sobrevive, cada vez a mayor distancia? Nuestro combate es social y ecológico.

Antes de abordar las alianzas, le preguntaré por el hecho de compartir foro de debate con su homóloga Garbiñe Aranburu, del sindicato LAB, con el que la CGT ha tenido relaciones, digamos, complejas.

Creo que hay que hablar, que hay que debatir, creo que ha habido una falta de encuentro, particularmente con la dirección de la CGT en Pau, que en cierta medida es atribuible a esa organización de un departamento bicéfalo. Yo soy consciente de que en Bearn y en el País Vasco no se vive la misma realidad, o al menos no se ve la realidad con los mismos ojos. Y ante eso, insisto: vamos a hablar, vamos a debatir. El movimiento sindical, hablemos de Francia, de Europa o del mundo… ¿de qué sufre hoy? De división, de falta de estrategias compartidas. Los otros, Trump o Macron, pueden simular algunos conflictos y diferencias, pero al final se ponen de acuerdo en lo que realmente les importa, son compañeros. ¿Y los trabajadores, qué hacemos? Nos dividimos, nos enzarzamos en mil y un debates estériles. De acuerdo, puede haber diferentes visiones según el perímetro que tomemos como referencia... pero creo que debemos hablar. Por resumir, yo he venido a este debate, en el que estaban organizaciones sociales y el sindicato vasco LAB, con su secretaria general al frente. Y me gustaría que LAB se dirigiera a nuestra dirección departamental y que buscarán los mecanismos más convenientes para unos y otros porque las luchas no esperan.

La unidad sindical como reto a las puertas de otro otoño caliente: reforma de la ley de pensiones, del sistema de prestación de desempleo.

¿Una rentrée caliente? Bueno, a estas alturas ya no me fío demasiado de las predicciones o de las expresiones de ese tipo. No sé si sirven para algo, sobretodo para lo que me importa, que es que la sociedad, los trabajadores, se movilicen. Hace años que se habla de calentar las calles y luego, bueno, el balance es más modesto. La cuestión esencial son las pensiones: nos quieren hacer trabajar más tiempo. Y la cuestión es simple: ¿por qué vivimos más?. Y la respuesta, más: principalmente porque trabajamos menos tiempo. Ahora quieren que, como con el tren, en vez de ir hacia adelante vayamos hacia atrás, hacia un modelo menos sostenible en lo social.

Hablando de vida. La precariedad tiene rostro de mujer como han demostrado en los últimos meses las movilizaciones en las EHPAD (residencias).

¿Se imagina el impacto en ese sector de la reforma de pensiones que plantea Macron? ¿Cuál es la idea ? ¿Equiparar en edad a trabajadoras y residentes ? ¡Pero qué locura es ésta! Nos dicen que no hay dinero, pues ¡pídanselo a esos accionistas que reciben cada año más dividendos! Es una vergüenza. Creo que hay recursos y que todos sabemos dónde hay que buscarlos. Sin abordar una cuestión tan básica como es el reparto de la riqueza no vamos a encontrar las respuestas adecuadas ni en materia de pensiones, ni de desempleo y, claro está, tampoco en materia de subida salarial. Por lo demás, ¿alguien cree que será posible abordar la cuestión de la brecha salarial hombres-mujeres sin buscar espacios de convergencia, sin explorar nuevas perspectivas en las alianzas y en los modos de plantear las luchas? No es aceptable que sigamos con brechas salariales del 20% y sigamos como si no pasara nada, escuchando los discursos de Macron sobre la igualdad. La mejor alternativa, quizás la única, es sumar y converger.

¿Se sienten ustedes cómodos en la interlocución con movimientos que dejan en segundo plano al mundo sindical?

¿Me pregunta si es fácil? Nada es fácil, pero no conozco otra fórmula que escuchar a las personas. De acuerdo, es difícil a veces con movimientos como los “chalecos amarillos”, porque somos gente de organización y buscamos interlocutores precisos con los que trabajar. La relación funciona en algunos ámbitos y en otros pues no tan bien. La CGT quizás no lo haga siempre bien, pero estamos decididos a escuchar y entender a la gente. No es cuestión de comodidad, sino de urgencia.

No es la mejor pregunta para cerrar una entrevista en buen ambiente, pero, ¿para qué valen los sindicatos en el universo de las aplicaciones?

Los repartidores en bicicleta recurren a la CGT cuando descubren la explotación que encubren esas plataformas en las que, cuando compro algo, la vida y los derechos de otra persona se desvanecen. Los nuevos trabajadores de ese mundo descubrirán a los sindicatos si hacemos bien el trabajo de escucha. No me pregunte si es fácil. Es urgente hacerlo, porque nos va la vida en ello.