Olivier MATTHEWS
PERFIL

El liberador africano que convirtió Zimbabue en su feudo

El expresidente de Zimbabue Robert Mugabe, gran héroe de la independencia de un país al que acabó sometiendo y convirtiendo en su feudo particular durante casi cuatro décadas, murió ayer a los 95 años en un hospital de Singapur donde recibía tratamiento. El nonagenario líder, visto por Occidente como un dictador impenitente y convertido en poco más que un juguete roto desde el golpe militar que le obligó a renunciar al poder a finales de 2017, llevaba hospitalizado desde el pasado abril.

A Zimbabue, un país que atraviesa una profunda crisis económica arrastrada del desolador balance que dejó el reinado de Mugabe, la noticia de la muerte le provocó el recuerdo amargo de que el hombre al que un día consideró como un «padre» acabó siendo uno de los mejores ejemplos entre los grandes héroes anticoloniales africanos que, una vez en el poder, se convierten en férreos autócratas.

&dcFour;Tras su militancia independentista, una década en prisión y el exilio, en las primeras elecciones se convirtió en el jefe de Gobierno de la naciente república, cargo que fue abolido en 1987 para crear el de presidente, puesto que ocupó hasta tres décadas después, gracias a varias elecciones de dudosa credibilidad y la represión sistemática de sus opositores.

Durante su mandato llevó a cabo las expropiaciones, iniciadas en el año 2000, de miles de granjas a propietarios blancos en una reforma agraria caótica, a fin de distribuir la tierra entre la población negra del país.

El país hacía aguas y Mugabe achacaba el pésimo estado de la economía a las sanciones de la comunidad internacional, con fuertes diatribas contra las potencias occidentales. También causó notable indignación internacional su fobia hacia los homosexuales, a los que consideraba «peores que los cerdos».

En sus últimos años en el poder, entre rumores sobre su mala salud, en sus apariciones públicas siempre se le veía aferrado al brazo de su esposa, una mujer con ambición política a la que los camaradas históricos de su partido –la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF)– miraban con recelo.

A sus 93 años, Mugabe había anunciado su intención de concurrir nuevamente a elecciones y todo parecía indicar que nada iba a cambiar hasta que el 14 de noviembre de 2017 tanques militares comenzaron a marchar por la capital, Harare.

Esa misma noche, los altos mandos del Ejército se hicieron con el control del país, con Mugabe y su familia ilesos pero retenidos en su residencia.

El detonante de esa maniobra fue la destitución del entonces vicepresidente y hoy jefe de Estado, Emmerson Mnangagwa, un incondicional del partido y veterano de guerra al que se había opuesto su esposa, Grace Mugabe en un contexto de tensiones por la futura sucesión.

Mugabe no cedió el poder hasta el 21 de noviembre, cuando ya su caída en desgracia era irreversible tras una moción de censura interpuesta por su propio partido. En esos siete días de incertidumbre, los zimbabuenses aprovecharon para salir a las calles a fin de reclamar un futuro democrático. En una de las contadas apariciones públicas tras su forzada dimisión llegó a confirmar que su salida «fue un golpe de Estado».

También se rumoreó su apoyo a un nuevo partido para las elecciones de 2018, unos comicios que, no exentos de polémica, acabaron confirmando el poder de Mnangagwa y de ZANU-PF.

El hombre cuyo poder fue incontestable en Zimbabue durante casi cuatro décadas pasó sus últimos años aislado y con una salud debilitada. Detrás deja una gran fortuna, ya que, aunque se sacaron a subasta varios de sus bienes, se estima que su familia posee más de una docena de granjas repartidas en unas 15.000 hectáreas.