Joseba Permach Martin
Economista, sociólogo y miembro de la Fundación Iratzar
GAURKOA

Emergencia climática: moda, hipocresía o problema real

La preocupación sobre el cambio climático va en aumento. No es de extrañar. Estamos asistiendo a los veranos más cálidos de los últimos años, tormentas impresionantes, grandes inundaciones e incendios sin precedentes... Los expertos en la materia están reclamando la superación del término «cambio climático» por los de «crisis climática» o «emergencia climática». Y por otra parte, diferentes iniciativas sociales a nivel mundial han elevado el tema a uno de los primeros puestos de la opinión pública internacional. Las declaraciones e iniciativas políticas o institucionales se multiplican. En todo caso, el debate se ha abierto con fuerza y no es poco.

Evidentemente, la mirada condiciona nuestro quehacer. Es por ello que queremos reflexionar sobre la necesidad de una mirada crítica. Vivimos tiempos donde las distopías y un imaginado futuro catastrófico pretenden atrofiar nuestras mentes. Ante ello necesitamos posibilitar reflexiones creativas y transformadoras. Afirmarnos que existe(n) alternativa(s) al actual estado de las cosas. No somos ingenuos, nos consta la cantidad de intereses económicos existentes tras la crisis ecológica, pero hemos de afirmar que luchamos porque creemos que otro mundo mejor es posible. Repetimos, otro mundo es posible. Proyección optimista y compromiso social.

La primera premisa del pensamiento crítico es acudir a la raíz de los problemas. No es un problema sectorial, ni tampoco es una moda identitaria a la que podemos mirar de forma recelosa. La emergencia climática ha de ser comprendida como resultado de un sistema capitalista, colonial y patriarcal cuyo objetivo último es la acumulación permanente de capital. Necesita explotar la fuerza de trabajo, devorar los recursos naturales y arrasar el planeta en beneficio de unos pocos.

Ha llegado el momento de empezar a tejer un nuevo modelo. Hemos de reivindicar la necesidad de otra forma de entender la economía. Su paradigma principal ofrece una mirada miope (incapaz de ver más allá) e hipermétrope (incapaz de enfocar lo cercano y lo real). Es necesario entrelazar una nueva mirada que posibilite la comprensión todas las explotaciones y en la (re)creación de un nuevo modelo económico y social que garantice, también, las sostenibilidad y la reproductividad de la vida y los recursos naturales. Necesitamos nuevos imaginarios sociales.

La transición ecológica es urgente y necesaria y va a tener que partir, irremediablemente, desde la realidad actual. La brújula hacia un nuevo modelo nos marca el rumbo, pero nuestras coordenadas actuales nos obligan a empezar a dar pasos, aquí y ahora, en esa nueva dirección. Ha llegado el momento de pensar, debatir, acordar y, sobre todo, poner en marcha la mencionada transición socioecológica. En materia energética, de transportes, de alimentación, cuidados, tecnología, en los sectores denominados productivos, en la educación, políticas de residuos, urbanismo o políticas públicas en general, o en materia de relaciones comerciales... en todas ellas y en otros campos que seguro se nos escapan, se pueden tomar (se están tomando ya en alguno casos) medidas concretas y reales. La clave está en la necesidad de relacionar y tejer todas esas propuestas e iniciativas en una nueva dirección que empiece a dar cuerpo y lógica a un nuevo modelo social.

Tres son, en nuestra opinión, las referencias sobre las que podemos orientar la necesaria transición ecológica. En primer lugar, y cuando en nombre de la globalización se nos impone un modelo de arriba a abajo que nos dicta qué y cómo producir y consumir, nosotros hemos de levantar un nuevo modelo, precisamente, de abajo a arriba que garantice la participación popular democrática. Dinámicas de soberanía alimentaria, de soberanía energética, de cero residuos, de gestión de los comunes o de nuevos modelos industriales... Pueden ayudar en esa nueva dirección. En segundo lugar, y en el marco de un mundo donde cada vez más gobiernan las transnacionales, hemos de subrayar y luchar por la defensa de los comunes y de los bienes, servicios y políticas públicas. Y finalmente, para frenar el actual proceso de destrucción masiva de nuestra Amalurra y tomar las medidas y políticas necesarias para la implementación de dicha transición ecológica necesitamos, irremediablemente, soberanía política. Capacidades y competencias políticas reales.

El movimiento y la lucha ecologista tiene afortunadamente una larga historia en nuestro pueblo: Lemoiz, las Bardenas, la autovía, el TAV, las dinámicas contra el fracking o la incineradora, el movimiento Bizi... Además de todas esas dinámicas y luchas de respuestas, afortunadamente se están multiplicando y consolidando dinámicas y alternativas reales en muchos de los campos ya mencionados. La tradición de auzolan y cooperativa de nuestro pueblo también tiene mucho que ofrecer y aportar ante este nuevo reto.

Reflexionar sobre un nuevo modelo que haga de brújula permanente, mientras damos pasos, aquí y ahora, en el marco de una transición social y ecológica se presenta urgente e irremediablemente necesaria. Pensar y actuar, y saber que los propios pasos nos darán más pistas para repensar y reactuar. Una brújula y un mapa, es lo único que tenemos para superar una crisis climática que amenaza nuestro futuro. No es mucho, pero si sumamos voluntades en la consecución de un nuevo sentido común en favor de los bienes comunes y una vida buena en común, quizás sea suficiente.