05 OCT. 2019 JO PUNTUA Correlación de fuerzas y estrategia, no testosterona Floren Aoiz @elomendia Hay que echarle más xxxx. En Catalunya lo que hace falta es más xxxx. El Gobierno del cambio le tenía que haber echado más xxxx. Pongan ustedes en el lugar de las x la metáfora testosterónica que deseen y tendrán discursos cansinos que se autopresentan como solución a cualquier problema. Precisamente cuando crece la presión para despatriarcalizar el pensamiento, parece más tentador (re)genitalizarlo. A fin de cuentas, en estos tiempos de hegemonía del pensamiento positivo, en el que se nos vende que cada cual es responsable de su suerte, el discurso testosterónico encaja perfectamente. Se volatilizan las diferencias estructurales, las relaciones de poder y sus sedimentaciones en forma de sentido común y solo quedan el individuo o el grupo, responsables de cuanto les sucede. En sus formas más burdas o en otras más sutiles, exaltación del deseo sin anclaje ni estrategia. En el plano político, voluntad sin ataduras, liberada de la necesidad de hacer frente a la desproporción de recursos de todo tipo entre contendientes. En resumen, si le echas xxxx, nada se te resistirá. Esta lógica tiene además la ventaja de que a posteriori siempre se puede uno apuntar un tanto con aquello de «ves, ya lo dije yo, había que haberle echado xxxx». ¡Un chollo! Ocurre, sin embargo, que en las luchas políticas y sociales además del deseo importan otros factores. Solo una voluntad capaz de reconocer esos elementos, encontrar fisuras, acumular energía, debilitar obstáculos, manejar los tiempos, imaginar escenarios, dar pasos audaces, resistir las respuestas de quienes ven amenazados sus privilegios, etc., puede lograr avances en dirección a unos objetivos. Esto lleva siglos llamándose estrategia y consiste, entre otras cosas, en modificar las correlaciones de fuerzas. Carece de la simplicidad y la contundencia del discurso genital, sí, pero es la gran palanca de quien quiere cambiar las cosas. En estos tiempos de hegemonía del pensamiento positivo, en el que se nos vende que cada cual es responsable de su suerte, el discurso testosterónico encaja perfectamente