CAMINAR MÁS ALLÁ DEL RUIDO, TAMBIÉN CUANDO NO SE VE EL CAMINO
LOS DISTURBIOS EN BARCELONA Y OTRAS CIUDADES CATALANAS ESTÁN HACIENDO PASAR DESAPERCIBIDAS LAS MARCHAS POR LA LIBERTAD DE LA ANC, QUE AGLUTINAN DESDE EL MIÉRCOLES A MILES DE PERSONAS EN CINCO COLUMNAS, CAMINANDO RUMBO A BARCELONA, DONDE CONFLUIRÁN HOY, EN UNA JORNADA DE HUELGA GENERAL QUE SE PREVÉ MASIVA.
«A ver, yo no voy a defender ahora la violencia, pero qué quieres que te diga, son cuatro contenedores, aquí lo importante es que han condenado a 100 años de cárcel a gente pacífica», Lluïsa enmarca así el debate. A su lado, Júlia le rebate: «Es verdad que tenemos razones, pero así les regalamos una imagen que no nos interesa». A tres kilómetros de Canet de Mar y a 46 de Barcelona, el debate en la marcha por la libertad que salió el miércoles de Girona está animado en este grupo de mujeres, que no centra su discusión en la salud de los contenedores quemados estos días, sino en la conveniencia o no de enfrentarse así a la Policía.
Los incidentes de los últimos días en Barcelona y otras ciudades forman parte de las conversaciones que se escuchan en la marcha, pero no son los protagonistas. El ambiente se parece más al de una salida dominguera de un club excursionista: «Cuidado, que hay un radar, id lentos, que somos muchos y serían muchas multas». Quien haya andado en clubes de montañeros sabe de qué habló.
Pero el notas del grupo tiene razón. Son muchos. Muchísimos. Llegando a Arenys de Mar, estación intermedia de la jornada, tardan un cuarto de hora en llegar. La organización, impecable, tiene ya preparadas sillas, mesas, comidas –incluidos bizcochos caseros– y puestos de sanitarios para curar ampollas. No es para menos; la organización asegura que hay algunos que están haciendo el recorrido entero: 40 kilómetros el miércoles, 40 hoy y 20 mañana. No está nada mal, aunque lo común es encontrarse con gente que hace un tramo y se vuelve a casa, o sube un rato en alguno de los tractores-escoba que acompañan y cierran la marcha.
Hay otras cuatro marchas como esta caminando rumbo a Barcelona. Las que salieron de Vic y Berga se juntaron ayer en Sant Quirze del Vallès, donde han pasado la última noche; las de Tàrrega y Tarragona se unieron en Martorell, la de Girona durmió en Premià de Mar y mañana se sumará una columna adicional desde Casteldefells, convocada por los Comités de Defensa de la República (CDR). Todas recorrerán unos 20 kilómetros antes de unirse en Barcelona, donde la huelga general culminará con una manifestación unitaria a las 17.00. Hasta la Seat de Martorell ha parado la producción. Barcelona va a ser una fiesta espectacular. Eso sí, es imposible anticipar a esta hora de qué clase. En Madrid ya auguran medidas excepcionales si los disturbios, que ayer no se produjeron hasta que un grupo de fascistas apareció a la caza del independentista, se agravan.
Lugar de encuentro
Pero eso será hoy. Ayer, en la marcha de Girona, el ambiente se parecía mucho más al de cualquier Diada, solo que los lemas empiezan a cambiar. Cuando el helicóptero de la Guardia Civil sobrevuela la marcha reina el clásico «Fora les forces d’ocupació», y en el repertorio siguen constando los habituales «I-Inde-Independència» o «Llibertat presos polítics», pero se han añadido ya «Contra la sentència, independència» y «Mani mani mani, aquí està el Tsunami». Y solo estamos a jueves.
La inventiva siempre es señal de buena salud, y aquí sobra. Baste ver al joven que ayer se coló en una conexión de Antena3 alzando un bote de Fairy –el arma letal de los independentistas el 1-O, según Millo– en la movilización de los estudiantes, que ayer ya hicieron huelga. O el otro campeón que escribió en un cartel que a él solo le hace callar su madre. «APM y Polònia han sido el alimento intelectual de esos descerebrados», vomitó ayer el ciudadano Juan Carlos Girauta, en referencia a dos de los grandes programas de humor de TV3. Se está haciendo muy poco caso al factor generacional que está acompañando la respuesta a la sentencia.
En las marchas, en cualquier caso, vuelve a haber de todo. Hay jóvenes, hay iaias que se suman durante unos metros, y runners a los que 20 kilómetros mañaneros se les quedan cortos. Hay hippies con ukeleles y moteros con chupa de cuero pero sin Harley. El mayor mérito, a más de 20 grados sobre el asfalto, es suyo. Es algo más que una marcha, es un punto de encuentro en el que compartir y canalizar la tristeza y la rabia que generan 100 años de cárcel por poner unas urnas y hacer un referéndum. Es gente a la que se le ha dicho que los plebiscitos dividen las sociedades, pero a la que ahora condenan a un conflicto enquistado que tenía una salida bien fácil. «Yo quiero ser derrotado en las urnas», el bueno de David Fernández no para de repetirlo estos días.
Esto será largo, como estas marchas de 100 kilómetros. El Supremo ha querido dibujar un independentismo ingenuo, engañado por sus dirigentes, cuando a ratos parece lo contrario. Ayer, el anuncio de Torra sobre un nuevo referéndum antes de 2021 no hizo cambiar el paso a la marcha. Cuando Puigdemont escribió el miércoles que el 1-O derrotaron al Estado, un aluvión de respuestas le recordó que hay una reciente sentencia que indica que no fue así.
Quizá sea una reacción parecida al de la niña que quiere parar ya de caminar y se planta, poco antes de llegar a Canet. «Vinga, en el següent poble agafem el tren», argumenta el voluntarioso padre. La hija no le cree, contesta que le ha dicho lo mismo en Sant Pol, el pueblo anterior. «Vinga, hem de fer camí». Hacer camino, catalana frase que evoca a Machado. Juro que llevo toda la crónica reprimiéndome para no caer en el tópico de citar unos de los versos más manoseados de la lengua castellana, pero quizá no haya más remedio cuando no se vislumbra camino, pero se impone la necesidad de seguir caminando.