GARA Euskal Herriko egunkaria
JOPUNTUA

Realidad


La primera vez que me di cuenta de la distorsión de la realidad que se produce alrededor de los políticos estaba trabajando en la radio, el político en cuestión ocupaba un alto cargo en Bizkaia y aquella mañana daba su primera entrevista en euskera. No salió bien. Conocía los rudimentos del idioma, pero no era capaz de vehicular su discurso. A él le sudaba la sintaxis y, al otro lado del micrófono, al locutor –como al resto de la audiencia– se le hacían eternos los minutos hasta las señales horarias. Tanto que la entrevista terminó antes de lo convenido, justo a tiempo para que yo me cruzara en el pasillo con él y con su responsable de prensa que le dijo ‘muy bien, muy bien’ antes de que el político en cuestión hubiera tenido tiempo de preguntarle nada, de asimilar su mal papel o de plantearse clases de Mintza Praktika.

Desde entonces siempre que veo a un político errar en su análisis pienso en la increíble falta de profesionalidad a la que asistí aquel día y en la cultura que se crea alrededor del poder. En mi experiencia como periodista he visto equipos políticos basados en el igualitarismo y la cooperación, incluso alguno basado en la lealtad y la admiración, pero demasiado a menudo el poder genera cinturones de cortesanos y pelotas que hacen un flaco favor al político y a su proyecto.

Parece evidente que, en este sentido, Pedro Sánchez ha sido su propia víctima y que no ha pasado el primer test de un líder eficaz: el de rodearse de un equipo cooperativo y no de una camarilla servil. El error lo ha cometido él, pero el problema no es solamente suyo. Lo que le ha ocurrido es uno de los problemas endémicos de la política española.

Madrid es una ciudad de cortesanos que desconecta a los políticos de la realidad, un problema trágico para la política en general y para la izquierda en particular. Porque transformar la sociedad o emancipar a los pueblos pasa por diagnosticar correctamente. Porque el primer compromiso de la izquierda no es con sus votantes, ni siquiera con la gente, sino con la realidad.