Político y social
Contento se le ve al renovado presidente de BBK Fundazioa, constatando que sus planes se van materializando paso a paso. La próxima meta de Xabier Sagredo, al menos de las que verbaliza más allá de sus círculos íntimos, es comenzar a invertir los cerca de 100 millones de euros que ha «ahorrado» en sociedades que cotizan en Bolsa. Para ello, ha fichado a un banquero metido a escritor después de que abandonase hace diez años la codirección de banca corporativa de Goldman Sachs en el Estado español y Portugal por la crisis.
A la espera de esas inversiones se encuentra el IMQ, que suspira porque BBK entre en su capital «por ser empresa con arraigo» para capear la crisis que ha generado un sector de accionistas que lucha por poder vender sus participaciones a precio de mercado. La antigua caja de ahorros ya estuvo hace una década en la sociedad inmobiliaria promotora de la clínica construida en Botica Vieja, bautizada como Zorrotzaurre.
Por mucho que BBK reivindique el peso de su Obra Social, lo cierto es que se va difuminando mientras adquiere protagonismo el financiero que se plasma en el perfil de sus patronos. El apoyo a la sanidad privada, por cierto, poco tiene de social, como el apoyo de esta y de la universidad de los jesuitas a una Facultad de Medicina. El término «social» hace tiempo que dejó de tener el significado de antaño en boca de algunos.
Lo «social» se lleva, no así lo «político». En pleno proceso de renovación del Patronato de BBK, la plataforma Kutxabank Publikoa propuso cambios para «democratizar» los órganos de gobierno, que los partidos que sustentan el actual modelo consideran «politizar». No se sorprendan, pues, temo, nos queda mucho por ver en despachos, saraos y palcos vip.
La perversión del lenguaje es total. Quien llegara a presidente de la fundación bancaria por el peso que tenía en el seno de su partido, donde fue tesorero en Bizkaia, no se ruboriza cuando acusa de «politizar» a quienes le reclaman que no solo siente a su vera a afines a sus siglas o las de sus socios. Lo que promulga Sagredo es el compadreo, por mal que suene y lo niegue.