Anjel Ordóñez
Periodista
JOPUNTUA

Blue monday

En el mundo anglosajón, hoy es el día más triste del año, el «Blue Monday». El tercer lunes de enero se marca en el calendario como la fecha con mayor acumulación de pesadumbre, amargura, desconsuelo y aflicción de entre las 365 jornadas que nutren el almanaque. Las facturas de las Navidades, la frustración al comprobar que los propósitos de fin de año no tienen visos de cumplirse, el rigor habitual de las condiciones meteorológicas y el horror de comprobar que todavía queda un mundo para las vacaciones de verano son los factores que aúpan a este día a lo alto del ranking de la depresión.

Esta efemérides es otro ejemplo de cómo la siempre engrasada maquinaria mercantilista puede convertir una fecha anodina en una fuente de estímulo del consumo. De cómo transformar la cuesta de enero de toda la vida, en un motivo para reactivar el deseo de gastar dinero, por ejemplo, en la contratación de un viaje, como santo remedio para superar el bajón invernal. De hecho, el concepto «Blue monday» lo ideó el psicólogo de la Universidad de Cardiff Cliff Arnall en 2005 como contribución remunerada a una campaña de la agencia de viajes Sky Travel, cuyo objetivo era incentivar la venta de paquetes vacacionales. En plena temporada de rebajas y cuando todavía no han pasado dos meses desde el «Black friday», en Amazon ya tienen preparado un aluvión de ofertas con el «banner» de «Blue monday», que nublan el entendimiento y amenazan con acabar de vaciar los maltratados bolsillos de millones de personas atrapadas en un bucle infinito de adicción al consumo.

Por lo que a mí respecta, y desde que casi ya no recuerdo, la tercera semana de enero está reservada para una celebración más cercana: la apertura de la temporada de la sidra. Por estas fechas, la bebida tradicional de los vascos está en su mejor momento para el consumo y en decenas de pueblos de Euskal Herria fijan su mirada en un acontecimiento gastronómico y festivo de primera magnitud. Siempre habrá alguien triste, en enero o en abril, pero reunirse alrededor de una kupela para compartir y departir ayuda, sin duda, a desterrar las penas. Ojo, con moderación en la ingesta.