GARA Euskal Herriko egunkaria
AZKEN PUNTUA

Cheque en blanco


Empezó siendo –o eso decían– para separar duros de blandos y liberar a los presos de la influencia de ETA. Por su bien, que también lo dijeron. Que desaparecería en cuanto ETA desapareciera, que ya no tendría sentido.

Han pasado 33 años, ETA ha desparecido; la política penitenciaria, no. Va sumando condiciones y exigencias y ha pasado a ser un cheque en blanco cuyo valor se escribe siempre en clave de sufrimiento. No sólo el que ocasionan a presas y presos vascos para que el castigo supere con creces el del cumplimiento de la condena; también el de sus familiares, que son la letra pequeña que nadie quiere leer.

Por eso, el mismo juez que dijo que la permanencia en prisión de un preso político vasco con esclerosis múltiple contravenía la legislación europea, agacha ahora la cabeza ante el fiscal, deniega su libertad y hace que la cárcel sea más dura y la enfermedad más penosa.

Por eso, Ortega Smith puede decir en el Congreso de los Diputados que la política de dispersión ha dado muy buenos resultados sin que eso suponga un agravio a las dieciséis víctimas mortales que ha causado, ni al dolor de sus familias. Porque la política penitenciaria ha pasado a ser un cheque en blanco. Puede que los portadores no sean mayoría, pero aún tienen el control del sufrimiento y no están dispuestos a permitir que ese sufrimiento afloje.