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DE REOJO

La imbecilidad


Aumenta la necesidad de descorchar los frascos donde los perfumes se caramelizan. Entendí a un conferenciante que el elixir de la imbecilidad se adquiere por las vías respiratorias. Pensé que era un humorista buscando un chiste para todas las edades y credos, pero hoy he sido objeto de las flechas del amor a la idiocia, seguramente la permuta más sabia con la imbecilidad que se pueda entender desde un perspectiva relativista, con un prisma que cambia el curso de la luz y sus tonalidades. Ahí va: existen mascarillas de diseño. Hay una moda de mascarillas que hacen juego con la blusa, el jersey. Hay mascarillas que ridiculizan a la humanidad, la sanidad, que banalizan el peligro de la pandemia. Hay mascarillas que son el monumento a la imbecilidad.

Quizás a quienes se les ocurrió la idea les premien desde algún banco o institución que busquen el fracaso de los seres humanos por elevación. Posiblemente haya sido un buen negocio. Los directivos de la empresa que aceptó la propuesta habrán ascendido, quienes las comercializaron se sentirán satisfechos disfrutando de unos ingresos elevados, pero que esto se compre, esto se exhiba, esto se muestre y se difunda por los medios de comunicación hasta llegar a que a un comentarista de la irrealidad le inspire estas líneas, significa que ha vencido la imbecilidad.

Estamos atravesando una penosa fase del espectáculo, todo lo que se refiere al coronavirus es tratado por ciertos medios como una manera impúdica de ganar audiencias. Se está generando alarma, confusión, peor sobre todo imbecilidad añadida a las dosis requeridas para acceder a los sillones de tertulianos. Es comprensible que se encuentren muchas dificultades para discernir en el maremágnum y encontrar una fuente fiable. Primer paso: huir de la imbecilidad. Segundo paso, señalar a los imbéciles.