08 MAR. 2020 JOPUNTUA Un demente por semana Irati Jimenez Escritora Al contrario que la mayoría de sus compatriotas o tal vez por ello, el escritor argentino Julio Cortázar no fue nunca al psiquiatra. Sin embargo, tal y como contaba en una entrevista de 1983, leyó mucho sobre el psicoanálisis, que le dio herramientas para analizar su conducta y descubrir, por ejemplo, por qué utilizaba unas palabras y evitaba otras. Aquellos libros que tanto le interesaron le sirvieron para hurgar en su interior y aprender sobre sus motivaciones profundas y a menudo me pregunto si no será exactamente eso lo que no queremos hacer cuando negamos la importancia de la psicología, que no es otra cosa que el intento de comprender y gestionar la conducta humana, con sus aparentes y apasionantes contradicciones. No sé en otros países, pero en Euskal Herria esto ocurre a menudo. A lo largo de mi vida, personas perfectamente cultas me han informado de su desdén por la psicoterapia, me han dicho que no les convencen las «teorías psicologistas» -se referían a las hipótesis sobre el comportamiento humano- o me han dicho que «no creen» en la psicología, como quien «no cree» en la esfericidad de la tierra. También he leído relatos de ficción en los que los personajes, sin venir a cuento, se animaban a burlarse de Freud, Frömm o Jung como quien se burla de Darwin, dibujándole cuerpo de mono en una botella de anís. Otro argentino, el periodista Roberto Arlt, escribió en “Aguafuertes vascas”, una espléndida crónica de la Euskal Herria anterior a la Guerra Civil, que Bizkaia generaba «un demente por semana» y que los vascos éramos capaces de derribar a un burro de un puñetazo y de echarnos a llorar como chiquillos en un mitin. Me preocupa que desde que nos visitó no hayamos cambiado y no seamos conscientes de lo poco que sabemos de nosotros. Que nos hayamos convertido, por negación, por miedo, por complejos –propios e ibéricos–, por vanidad y por incultura, en el reverso tenebroso de los argentinos y que se puedan hacer tantos chistes de nuestra aversión al diván como se pueden hacer de su pasión por ella. Otro argentino, el periodista Roberto Arlt, escribió en “Aguafuertes vascas”, una espléndida crónica de la Euskal Herria anterior a la Guerra Civil