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ELECCIONES MUNICIPALES EN EL ESTADO FRANCÉS

Macron se resigna al desastre en los comicios locales franceses

El presidente francés se ha puesto la venda antes de la herida al asegurar que no hará una lectura política de las municipales de mañana y del día 22. Lo que evidencia su temor a un desastre electoral sin paliativos en las grandes ciudades y a nivel estatal. Y que abona un complejo escenario de cara a las presidenciales de 2022 y a su reelección.


Al mantener la convocatoria de las elecciones municipales mañana y el próximo domingo 22, en plena crisis del coronavirus, el presidente francés, Emmanuel Macron, se resigna a una derrota electoral sin paliativos, que tratará de disimular por el hecho de que su partido, el LREM, es una formación de nuevo cuño sin prácticamente alcaldes en las grandes ciudades.

Mucho se está especulando sobre el impacto que pueda tener la emergencia sanitaria (2.786 casos y 61 muertos, según datos de ayer). El recorte de la campaña –incluida la suspensión de mítines– podría tener como efecto la consolidación del status quo y beneficiar a los alcaldes en funciones.

Otro factor de análisis más endiablado es el impacto de la previsible alta abstención, sobre todo por franjas de edad. Pero no falta quien apunta a que la ralentización de la vida social por consejo de las autoridades sanitarias podría, por contra, si no apuntalar sí mantener la participación.

Elucubraciones aparte, y por mucho que Macron insista en que «no sacaré de manera automática consecuencias nacionales» de los resultados, los comicios municipales en el Estado francés son una suerte de elecciones de medio mandato en las que se pone nota al presidente en el ecuador de la legislatura.

Y sus resultados suelen anticipar debacles, como los que en 2014 castigaron duramente al PS del presidente François Hollande y presagiaron el descalabro de la formación en 2017.

El LREM llega exhausto al 15 de marzo. Movimiento personalista articulado en torno a Macron y con escasa implantación territorial, su fuerza se ve anulada por su debilidad cuando el presidente se ha puesto de perfil en la campaña y ha abandonado al partido a su suerte para intentar quedar al margen de la previsible derrota.

Tampoco le quedaba otra, porque su presencia en campaña podía ser contraproducentemente contagiosa en esos tiempos de pandemia. Y es que si la revuelta de los chalecos amarillos ya dejó tocada su figura, la aprobación por decreto de los recortes en las pensiones hace dos semanas ha ampliado el descontento con su Presidencia. Y ha mostrado grietas en su mayoría parlamentaria. La puntilla llegó cuando el aspirante a la Alcaldía de París y hombre de confianza de Macron, Benjamin Griveaux, tuvo que renunciar por la publicación de un vídeo de contenido sexual.

Con estos mimbres, la formación gubernamental, que cuenta con sobradas mayorías tanto en la Asamblea Nacional francesa como en el Senado, quedará en las municipales lejos de la segunda plaza que logró a duras penas en las europeas de mayo del año pasado, por detrás entonces del ultraderechista RN, de Marine Le Pen.

No se prevén mejores resultados en las grandes ciudades. En París, su candidata de última hora y ministra de Sanidad, Agnès Buzyn, no llega al 20% en expectativa de voto, y tiene que hacer frente a una lista disidente liderada por el matemático Cédric Villani, expulsado del partido; la alcaldesa saliente, Anne Hidalgo (PS), y la conservadora Rachida Dati (LR).

En Marsella, la segunda gran ciudad del Estado francés, el candidato macronista no llega ni al 10% de los votos para poder optar a la segunda vuelta del 22 de marzo. Lo mismo ocurre en Montpellier, Lille y Nantes. En Burdeos, la candidatura del LREM supera por poco el 10%. En Toulouse y en Niza, el partido de Macron ha optado por curarse en salud y no presenta candidatos, por lo que apoya la reelección de las alcaldías de la derecha.

La excepción puede ser Lyon, donde el macronista de primera hora Gérard Collomb tiene opciones de ser reelegido. El exdirigente del PS detentó la Alcaldía de la tercera ciudad más poblada del Estado francés durante 17 años, interrumpidos cuando accedió a la cartera de Interior en 2017. Ocupó el cargo hasta octubre de 2018, cuando abandonó por discrepancias con el inquilino del Elíseo.

El reto lo tiene el primer ministro, Édouard Philippe, en su feudo de Le Havre. Elegido en 2014 en primera vuelta alcalde de la ciudad donde el Sena vierte sus aguas en el Atlántico, Philippe ha dado un paso al frente, pero los sondeos auguran que tendrá que pelear hasta el final. Y su reelección peligra si la izquierda y los ecologistas unen sus fuerzas y si la ultraderecha mantiene su segunda posición.

Una derrota supondría su dimisión y una crisis de Gobierno. El presidente tendría así su chivo expiatorio y, según algunos analistas, podría iniciar un giro social-liberal y verde tras desprenderse de Philippe, un político procedente de la derecha.

Con todo, no será fácil para Macron desviar la responsabilidad de la derrota. El presidente constatará que su único valor electoral es él mismo. Su fuerza y su debilidad. Mientras tanto, la oposición seguirá afilando los cuchillos con la vista puesta en las elecciones regionales de 2021. De cara a las presidenciales del siguiente año. Entonces se verá si «el rey está desnudo».