Anjel Ordoñez
Periodista
JOPUNTUA

El virus de la curva

El viernes pasado, mientras hojeaba la competencia en el bar de la esquina, de repente me acordé de Umberto Eco, de Fray Guillermo de Baskerville, del siniestro Jorge de Burgos y de la emponzoñada “Poética” de Aristóteles. Y cerré el periódico de golpe, aterrado, porque tengo la insana costumbre de pasar las páginas como lo hacían los malogrados monjes de la célebre novela. Pasados unos segundos, mientras acababa el café que casi derramo del susto y recuperaba el oremus, comprendí que, a falta de test de confirmación, no tengo el Covid-19, pero sí me ha infectado el virus de la curva, un potente psicovirus de nuevo cuño que anula el sentido común y nos sume en una profunda zozobra intelectual. De momento, mi sintomatología parece leve, pero, por si acaso, ¿a qué teléfono debo llamar?

Al mismo que los miles de personas que han saturado los supermercados para acumular papel higiénico en sus hogares; o los que colapsan el 112 con su desesperación ante las primeras toses, impidiendo que accedan a este sistema quienes lo necesitan con verdadera urgencia; o quienes han llegado a agredir a un semejante por toser demasiado cerca o llevarse demasiadas cajas de leche de la balda. Al mismo que aquellos que, consciente o inconscientemente, se dedican a propalar bulos a través de las redes sociales, extendiendo la angustia y el pánico por instagrames y guasapes.

Al mismo que el presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, todo un catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, Antonio Cano Vindel, que ha dicho que ante la amenaza que supone la pandemia «no tenemos que pensar por nuestra cuenta, sino adaptarnos a las normas de las autoridades». Esas autoridades que, por acción u omisión, están contribuyendo a propagar el virus de la curva entre la población, aterrada a partes iguales por un presente seriamente amenazado por la alarma sanitaria y un futuro incierto de recesión económica individual y global.

Hay que detener la curva de contagio, de acuerdo, pero con el cinturón puesto, no vaya a ser que la violencia del frenazo nos estampe contra la luna.