Raimundo Fitero
DE REOJO

Las dudas

Tras las listas, el periodismo subcutáneo, se dedica a rellenar millones de bites con las dudas sobre todo lo referente al coronavirus, sus consecuencias sanitarias, laborales y sociales. Las dudas crecen, pero en algunos sectores de mi disgregada cuadrilla crecen respecto a la necesidad del periodismo mismo. Ante la inutilidad propia, los claros signos de correa de transmisión de las ideas más infames, la incapacidad para crear en una esquina de cada cabecera un territorio para el pensamiento sobre el hoy y el mañana, si es que existe ese concepto en estos tiempos de grandes próceres del a posteriori. 

Todos tenemos dudas, muchas dudas, pero quizás lo único que podamos poner en común es que las dudas son este momento el único motor que mueve a los responsables en cada segmento de la jerarquía de poder local, estatal, europeo o mundial a tomar decisiones que, es normal, se contradigan a las horas o los días, porque la duda no solamente es una cuestión de selección de posibilidades, sino que es fruto de la incertidumbre al enfrentarse a situación es que no aparece en los manuales de supervivencia de los gobiernos en dictaduras blandas o en democracias liberales al ralentí. 

Mi duda más recurrente es sobre cómo tratar a los fachas actuales. Se les ponen muchos adjetivos en redes sociales, pero para resumir mejor, para concentrar mejor las energías llamémosles lo que son: fascistas de viejo cuño y nuevo vestuario y perfumería a granel. Los fascistas, los obvios y los camuflados, están erosionando la vida, son el virus más peligroso y no se sabe si se les combate o se les alimenta a base de mostrar miedo frente a sus bravuconerías. Por eso, insisto, confinados podemos seguir siendo activistas antifascistas. Todo lo que hacen en estos días es perseguible de oficio. Quien no lo haga es cómplice.