27 ABR. 2020 JOPUNTUA Nicotina con lejía Anjel Ordóñez Periodista El tabaco podría proteger contra la Covid-19, según una investigación realizada en el hospital parisino de la Pitié Salpêtrière, uno de los mayores de Europa. El estudio tiene en cuenta su propia experiencia y también la de otros hospitales de China para asegurar que los fumadores tienen una tasa muy baja de contagio, y así aventurar que la nicotina puede encerrar un efecto protector contra el virus. Claro, sin tardar mucho tras conocerse la noticia, el Gobierno galo se vio obligado a suspender la venta de sustitutos de nicotina en internet para evitar la compra masiva de parches, chicles o pastillas por parte de la población. Siguiendo en la línea de las aportaciones desinteresadas para combatir la pandemia, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, lanzaba pocas horas después un reto a las autoridades sanitarias de su país: estudiar la posibilidad de inyectar a los enfermos un limpiador desinfectante. La lógica es aplastante. El astrofísico y divulgador científico Carl Sagan dijo una vez: «Vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la tecnología, y en la que casi nadie sabe nada de estos temas. Ello constituye una fórmula segura para el desastre». Esta máxima, que en general es una verdad difícilmente cuestionable, ha multiplicado su valor en los tiempos del virus. Y me permito otra cita, esta vez del matemático ucraniano Vladímir Arnold: «El control sin respuesta siempre trae consigo catástrofes: es importante que las personas y organizaciones que tienen poder de decisión sean personal y materialmente responsables de sus decisiones». En algún momento, más pronto que tarde, habrá que sentarse y reflexionar sobre esas decisiones de extraordinario impacto social, económico y sanitario, que se han tomado antes, durante y después de la irrupción del coronavirus en nuestra existencia. Y no solo en el ámbito político, que debería ser el primero. Detrás deberían ir otros estamentos, entre los que el científico –el de las autoridades científicas– no será el menos relevante. No se trata de alentar cazas de brujas, sino de garantizar que en el próximo embate, ya sea de otro virus, de los zombis o de la invasión extraterrestre, la respuesta sea mucho mejor. Peor, créanme, será difícil. Habrá que sentarse y reflexionar sobre esas decisiones de extraordinario impacto social, económico y sanitario, que se han tomado