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Crónicas del euribor


La pandemia no nos trae más que alegrías. Quienes deban revisar el precio de sus hipotecas en estos días, comprobarán que el importe ha subido, en una u otra cuantía y dependiendo del cañón de tipo variable que soporte cada uno. El dichoso índice, en valores negativos desde 2016, ha registrado un repunte espectacular desde que el virus se instaló en nuestras vidas. Así, si el 5 de marzo se situaba en 0,362 puntos negativos, el viernes cerraba en -0,078. Dos meses seguidos de escalada, que notarán nuestros ya maltratados bolsillos.

El euribor es el principal indicador del mercado interbancario. Señala de forma diaria el tipo de interés que los bancos están dispuestos a pagar por prestarse dinero entre ellos. En ese precio inciden numerosos factores, como con cualquiera de los indicadores que sostienen la arquitectura del mercado capitalista. En este caso, no hace falta ser experto para concluir que la incertidumbre causada por la pandemia a nivel global ha instalado a los bancos en la desconfianza. El dinero es miedoso, o eso dicen, por lo que el número de operaciones ha bajado y eso hace que el precio de las transacciones se eleve. En otras palabras: los bancos no se fían ni de ellos mismos.

En este contexto, el Banco Central Europeo ha apostado por garantizar la liquidez, realizando compras masivas de activos, inyectando dinero regalado en el circuito financiero para tratar de mantener el sistema a flote. La idea es lubricar la maquinaria de consumo, para tratar de evitar  el colapso.

Lo último del BCE ha sido un invento de emergencia llamado PELTRO, una auténtica barra libre de liquidez para los bancos, que pueden pedir todo el dinero que quieran a precio de saldo. El objetivo es relajar a golpe de liquidez un estresado sistema financiero, como paso previo a sanear la economía real, amenazada por un descenso del PIB que podrían superar el 10%.

Y después de esta chapa dirán ustedes: sí, muy bien, pero ¿por qué me sube a mí la hipoteca? Por lo de siempre: para que los bancos sigan ganando dinero. Y me responderán: podía haber empezado por ahí.

Pues también es verdad.