GARA
Lleida
CRISIS DEL CORONAVIRUS

Aislada toda una comarca de Lleida el día que arrancan las vacaciones

La Generalitat decretó el aislamiento de una comarca de 210.000 habitantes en plena operación salida de las vacaciones. Desde ayer, la población de el Segrià vive con una mascarilla permanente, también en las calles, y no puede salir de la comarca salvo que el trabajo lo exija. Mientras, Madrid parece incapaz de detectar nuevos brotes.

Justo en el fin de semana del pistoletazo de salida de la vacaciones, la Generalitat ha decidido confinar una comarca entera por nueve brotes de coronavirus. Ya se han desplegado los hospitales de campaña en la región del Segrià, de unos 210.000 habitantes y que supera en población a capitales como Donostia o Iruñea. En cuanto a tamaño, la superficie que abarca la comarca sería un poco más de la mitad de Bizkaia.

A Quim Torra no le ha temblado la mano. Tras reunir de urgencia al Procicat (el máximo organismo de Protección Civil de Catalunya) decretó que el «confinamiento perimetral» arrancaba al mediodía. Y dio de plazo hasta las cuatro de la tarde para que los residentes de la comarca pudieran volver a sus casas. Los habitantes de la zona solo pueden moverse entre los 38 pueblos de la comarca. A partir del lunes, únicamente podrán salir de allí para trabajar y exhibiendo certificado de empresa. Existe una salvedad añadida, el cuidado de dependientes, que también habrá de acreditarse.

Catalunya abre el melón de las soluciones intermedias de contención de la epidemia, esas que pueden evitar que la situación se escape de control y se tengan que adoptar confinamientos tan rigurosos como el vivido hasta hace apenas unas semanas.

Más allá del confinamiento perimetral, vivir en el Segrià supone dar algunos pasos atrás en la desescalada. La principal diferencia radica en que las mascarillas pasan a ser obligatorias siempre, tanto en sitios cerrados como al aire libre. Las reuniones no podrán ser de más de diez personas y preferiblemente con aquellos con los que se conviva. Los geriátricos, asimismo, ya no podrán visitarse.

No se cierran tampoco parques o establecimientos comerciales, bares, etc. siempre que se cumplan las medidas de seguridad e higiene establecidas. Eso sí, los distintos ayuntamientos podrán desarrollar normativas en caso de que detecten algún punto inseguro y decidan clausurarlo.

La aplicación del confinamiento será compleja, dado que la comarca afectada está atravesada por vías de paso que comunican Lleida y Aragón. Los Mossos, por tanto, tendrá que intentar discriminar qué vehículos proceden del interior de la comarca y cuáles, simplemente, la estén atravesando.

Más allá de la lógica alarma que una noticia así suscita, el testeo de la efectividad de este tipo de iniciativas tan localizadas puede resultar francamente útil en fases posteriores de la epidemia y ante previsibles repuntes más severos. Donde sí está fallando la Generalitat es en la comunicación de cuántos infectados se están encontrando en la zona. Se echa en falta número de casos concretos. El viernes eran 130.

Las medidas que más llaman la atención son las restricciones a la libertad, pero queda por ver qué esfuerzo realiza Catalunya para detectar asintomáticos y rastrear contactos, así como el resultado que pueda dar de sí.

La situación del Segrià contrasta con las noticias que llegan de Madrid, que será uno de los grandes emisores de turistas en el periodo vacacional. El único brote que ha detectado esta comunidad es de un tamaño ínfimo, cinco personas, y se hace extraño que con el nivel de prevalencia que tuvo allí la enfermedad la reactivación sea tan pequeña. La hipótesis de que Madrid ha abierto las puertas sin tener siquiera una capacidad de detección de rebrotes resulta difícil de rebatir.