Raimundo Fitero
DE REOJO

Permafrost

En algunas regiones de Siberia, los edificios de viviendas se construyen sobre unos pivotes dejando una suerte de ventilación para que no se derrita el permafrost, que es una capa mineral cimentada sobre el hielo sobre la que se sostienen tanto las carreteras, como los lagos, como los edificios. El cambio climático está recalentando el Ártico y muchos edificios de ese casquete donde se daban las temperaturas más bajas han variado hasta cuarenta y cinco centímetros su situación debido al deshielo parcial de esta placa por este cambio de temperaturas que va provocando desgracias parciales hasta el gran estallido.

El ministro de Medio Ambiente ruso admitió en su informe anual que la degradación del permafrost planteaba serios riesgos para la población y la naturaleza y que ponía en peligro infraestructuras como canalizaciones de agua, alcantarillas, oleoductos y estructuras de almacenamiento de residuos químicos, biológicos y radiactivos. Una ciudad de trescientos mil habitantes, construida sobre esta placa, puede desaparecer en unos pocos años si se sigue aumentando la temperatura global, pero precisamente en esos lugares, la subida es más exagerada que el resto del planeta.

Discutiendo en los juzgados si se deben abrir los bares y discotecas por la noche sin limitación horaria, porque hay que ponérselo fácil al virus; viendo como una empresa estatal tira al río Sil vagones de un tren descarrilado en un acto de desprecio al medio ambiente de categoría superior; intentando comprender cómo se puede partir un avión en dos estando ya en tierra y que no perezcan todos sus pasajeros, la circunstancia siberiana del permafrost me deja en un estado filosofal extremo, cercano al nirvana. ¿Por qué los seres humanos se han empeñado en vivir en circunstancias climáticas extremas o sobre fallas tectónicas?