17 AGO. 2020 QUINCENA MUSICAL Una ciudad entregada a su joven tenor M.C. Aunque el nombre de Xabier Anduaga empieza a sonar ya entre los aficionados a la ópera de todo el mundo, al joven tenor donostiarra le faltaba el reconocimiento en su propia ciudad. Por eso, y para esta oportunidad excepcional que le brindó la Quincena, nada menos que un recital propio con orquesta, Anduaga escogió la sota, caballo y rey del repertorio para tenor lírico-ligero, quizá con la intención de meterse a sus conciudadanos en el bolsillo. ¡Y vaya si lo consiguió! El público terminó aplaudiendo en pie y logró arrancar un bis adicional a los dos preparados por los artistas. En ese sentido fue, sin duda, una noche triunfal para Anduaga. Gran parte del éxito de la velada fue obra de Robert Treviño, que pareció muy consciente de los puntos fuertes de Anduaga y le llevó constantemente a situaciones donde pudiera lucirse. Treviño inyectó nervio y dramatismo desde la orquesta, con unas versiones de Rossini especialmente bravas. El tempo escogido para “Cessa di piè resistere” de “El barbero de Sevilla” quizá fue demasiado ambicioso, ya que las agilidades le salieron a Anduaga algo indefninidas, pero la gran tensión dramática de “La danza” permitió al tenor mostrar constantemente su gran dominio de las dinámicas en forte, de precioso color y enorme proyección. Aunque la mejor aria de toda la noche fue seguramente “Ah! Mes amis...!” de Donizetti, con sus famosos nueve do sobreagudos, que Anduaga alcanzó con una facilidad pasmosa. En la delicada “Una furtiva lacrima”, en contraste, pudo hacer gala de su depurada media voz y de un gran control del fiato. En esa dicotomía belcantista entre Rossini y Donizetti, parece que Anduaga se decanta ligeramente hacia este último. La segunda parte del recital transcurrió entre notas de zarzuela y música vasca, y fue aquí donde se evidenciaron algunos detalles que indicaron que la de Anduaga es una voz aún en maduración. Particularmente, mostró cierta inflexibilidad para frasear, como si el terreno intermedio entre su precioso pianissimo y el espectacular forte le resultase algo resbaladizo. Detalles que, en cualquier caso, no empañaron una gran noche de belcanto.