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EDITORIALA

Superar la pandemia exige un plan y más inversión


El aumento de contagios de covid-19 llevó a Lakua a decretar la emergencia sanitaria que, básicamente, otorga al lehendakari Iñigo Urkullu el mando único en la gestión de esta crisis. La decisión ha ido acompañada de un discurso, verbalizado sobre todo por la consejera de Desarrollo Económico, Arantxa Tapia, que culpabiliza del repunte al comportamiento irresponsable de la gente y a las ansias de disfrutar del ocio. La consejera asimismo recurría al miedo y advertía de que un nuevo confinamiento sería letal para la economía.

Sin embargo, la gravedad que trasluce ese discurso no tiene correlación con las medidas anunciadas, que no pasan de ser meros ajustes de las ya aprobadas. Limitar los grupos a un máximo de diez personas y recortar el horario del transporte público sirve para afianzar la idea de que la culpa es de la gente y poco más. Eso sí, vuelve a cargar sobre los servicios, especialmente la hostelería, nuevas restricciones sin que se haya arbitrado ninguna medida compensatoria para estas actividades –que también forman parte de la economía y mantienen puestos de trabajo– puedan salir adelante. Ese vacío en las propuestas gubernamentales contrasta vivamente con las peticiones que el personal sanitario y docente están haciendo para que se invierta más. En buena lógica cabe pensar que más personal permitiría una mejor atención, grupos más pequeños para evitar contagios, un rastreo mucho más rápido… En definitiva, serviría para abordar la pandemia con mucha más solvencia que afrontándola solo con restricciones.

A pesar de que encabezar el ranking de prohibiciones no ha servido hasta ahora de gran cosa, no parece que el Gobierno de Lakua tenga ningún plan alternativo que suponga dotar de medios al ámbito público para que, por ejemplo, las escuelas no cierren nada más abrir. En cualquier caso, una vez asumido Urkullu el mando único, y sin haber querido contar hasta ahora con la oposición, el patrimonio del éxito o del fracaso también será solo suyo, ¿o no?