De Salvini a Thunberg
Tercer día de la 77ª Mostra, segundo de una competición a la que, por aquello de ser políticamente correctos, le está costando un poco arrancar. Dejémoslo así. Por segunda jornada consecutiva, el concurso por el León de Oro no brilló como cabría esperar, debido a un programa que volvió a andar cojo. Como ayer, hubo tiempo para echar andar, ilusionarse... y al poco rato tropezar.
Todo empezó con “The Disciple”, del joven cineasta indio Chaitanya Tamhane, quien en 2014 (cuando ni tenía 30 años de edad) se alzara con el premio a la Mejor Película de la sección Orizzonti gracias a su ópera prima, la deslumbrante “Tribunal”. En aquella ocasión, el chico narró el kafkiano proceso judicial de un maestro –ficticio– de la canción protesta. Ahora quería que nos volviéramos a sumergir en el panorama musical de su país natal... pero desde una perspectiva distinta. Más exigente, más ambiciosa; por supuesto, más frustrante.
De lo que se trataba aquí era de acompañar a un devoto discípulo en la senda del aprendizaje de la música clásica india. Una disciplina nada gratificante, ni para el propio artista ni tampoco para el público con el oído poco entrenado. Y claro, con esta premisa, la película nos puso a prueba, del mismo modo en que la historia llevaba al límite el compromiso del protagonista para con su –supuesto– propósito vital. Emocionante voto de coherencia por parte de Chaitanya Tamhane, quien aprovechó la ocasión para confirmar su madera de maestro... y de paso, para remover el espíritu y la conciencia de los pobres diablos que en algún momento decidimos quemarnos en la desagradecida veneración al arte.
Y sí, llegados a este punto, olía todo un poco a azufre. Nos estábamos consumiendo por dentro, cierto... pero es que además a Matteo Salvini no se le ocurrió nada mejor que anunciar que asistiría a la presentación de la siguiente película a concurso: “Padrenostro”, de Claudio Nocce. Se ennegreció el panorama, y cómo no, la pantalla se sumó a tan repentina amenaza. Ahora tocaba resucitar los fantasmas de los «años de plomo» italianos. La acción nos llevó a la Roma de los años 70, donde la violencia política estaba en el orden del día... y donde un niño (alter ego del propio director) intentaba ser niño. A partir de aquí, estuvimos más de dos horas frente a un cuento que intentó mimetizar la mirada de su protagonista. La intención era formular un discurso de concordia entre los descendientes de los antaño enemistados, pero el tiro salió por la culata: quedó la peligrosa infantilización de una realidad histórica tratada, para colmo de males, como una fábula fílmica demasiado asentada en el vacío esteticista.
Al final, quedó tiempo para la gran protagonista mediática de la jornada. Nathan Grossman presentó, fuera de competición, el documental “Greta”, dedicado a la activista medioambiental Greta Thunberg. Fue un efectivo recordatorio para escuchar las señales de alarma en la lucha climática, un interesante documento sobre la creación de ídolos en tiempos de apocalipsis por calentamiento global... y un poderoso repelente para las toxinas esparcidas por Salvini.