Isidro Esnaola
JOPUNTUA

No dejaremos a nadie atrás

La frase del titular ha tenido un éxito indudable. Por cierto, una de las personas que más la repite es el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, al que también le gusta mucho repetir aquello de la «distancia social» para referirse a la distancia física que es conveniente mantener para evitar el contagio por el coronavirus. Será cosa de su estratega, pero ninguna de las dos suena bien y tampoco parecen muy inocentes.

La expresión «no dejar a nadie atrás» ha sido profusamente usada por el Programa para el Desarrollo de Naciones Unidas, especialmente en la redacción de la Agenda 2030. Sin embargo, parece que la frase es bastante anterior y tiene un origen militar. Servía para recalcar a los soldados que el ejército no dejaría a ninguno de ellos a merced del enemigo. De ese modo, los militares se aseguraban la cohesión y la entrega en el campo de batalla que cualquier ejército necesita para conseguir la victoria. Una vez más, se ha vuelto a recurrir al lenguaje militar para abordar una cuestión de carácter netamente social como es una emergencia sanitaria.

Lo peor es que a diferencia de los anteriores usos, donde los fines están más o menos claros, ya sea lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible o mantener la moral de la tropa alta, en el caso de la pandemia no queda claro cuál puede ser el fin perseguido. Además, ese «atrás» hace referencia a un «adelante» que no se sabe qué es y hacia el que al parecer nos dirigimos. Sin fines claros a los que hacer referencia, la frase se ha transformado en una expresión vacía de contenido concreto. La falta de sustancia impide cualquier debate o crítica constructiva sobre los fines sociales que se persiguen, el modo de lograrlos y el grado de adhesión con que cuentan. Se ha convertido en una expresión hueca que lo único que busca es la adhesión incondicional del oyente.

Habrá quien no quiera ir a ese «adelante» que se sugiere, o quizás quiera transitar por otros caminos, o con otra compañía... ¿Podrá hacerlo?