12 SET. 2020 JOPUNTUA Companys, la vergüenza imborrable Arturo Puente Periodista Esta semana hemos conocido detalles sobre la nueva ley de memoria histórica que prepara el Gobierno de Pedro Sánchez. De entrada, es bastante indicativo que los socialistas deban hacer una segunda ley sobre lo mismo, porque viene a reconocer que la anterior, pese a la buena voluntad, quedó lejos de su objetivo inicial. Aún hay ayuntamientos que están acabando de borrar de su callejero los nombres franquistas, sin ir más lejos. La voluntad es importante, sobre todo en una cuestión como esta. Las víctimas del franquismo lo serán para siempre. Como ocurre con todas las víctimas, no vamos a poder hacer nada para resarcirles completamente, así que solo nos queda esclarecer la verdad y hacer lo posible para reparar su memoria. Reparar, en realidad, es poco más que un triste zurcido sobre una cicatriz que aún duele. Y pese a todo, pedir perdón y anular condenas es un símbolo pero también una enmienda material, real y tangible de los propios hechos. Algo, por ejemplo, a lo que la anterior ley no llegó. Porque todas las buenas voluntades chocan siempre en lo mismo: la Constitución española no rompió con la legalidad franquista anterior, por lo que no hay enmienda sino borrón y cuenta nueva. Ahora se nos anuncia que esta vez sí, que va en serio. El Gobierno anuncia que quiere anular la condena que acabó con el asesinato del president de la Generalitat Lluís Companys, del que este año se cumple el 80 aniversario. Se ha asegurado, incluso, que habrá una fiscalía especial para revisar aquellos paripés de juicio. Veremos en que acaba, los precedentes obligan a ser escépticos. De momento lo que ha puesto de manifiesto el anuncio es que ocho décadas después y cuatro bajo esta legalidad, el fusilamiento de Companys y de tantos miles de represaliados sigue sin haber sido anulado. Una vergüenza que, como la condición de víctima, ya es imborrable y solo podrá, en el mejor de los casos ser reparada con un zurcido sobre otro. Un pobre remiendo a la doble herida producida por el fusilamiento de la dictadura y por la no reparación de la democracia. Y pese a todo, pedir perdón y anular condenas es un símbolo pero también una enmienda material, real y tangible de los propios hechos