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EDITORIALA

«Next Generation», lista de la compra caduca y clientelismo


La lista de proyectos que el Gobierno de Lakua ha presentado al Gobierno de Pedro Sánchez para que se financien a través del plan europeo para la reconstrucción «Next Generation» es, ante todo, decepcionante. Demuestra una pereza intelectual impropia de cualquier experto. Incluso de cualquier burócrata mínimamente competente. Quienes han diseñado esa lista no han estado a la altura del reto. No se han ganado el sueldo, sea el que sea. La confianza le ha jugado una mala pasada a Iñigo Urkullu, que traslada a Madrid y Bruselas una propuesta muy pobre.

La lista tiene un punto grotesco, porque refleja una caricatura del PNV: un partido pensado en y para Bizkaia, encapsulado en una red clientelar de empresarios que viven de rentas, endogámica y con una visión obsoleta. Casi la mitad de los más de 10.000 millones de euros de fondos excepcionales destinados a proyectos de futuro se gastarían en el Tren de Alta Velocidad o se los llevaría Iberdrola para minimizar el riesgo de sus apuestas. Más de la mitad de los proyectos están en «desarrollo conceptual», algo que vistos los conceptos y su potencial desarrollo es como llamarlos directamente «ocurrencias». Faltan territorios, universidades, empresas punteras, transparencia, cooperación… falta talento compartido y sobran intereses particulares evidentes.

Esa lista no vertebra una visión de país en una perspectiva de diez años o más. No responde a un diagnóstico serio sobre los retos de futuro. No diseña un camino o estrategia para avanzar. No está pensada en clave nacional vasca, pero tampoco lo está en parámetros regionales europeos. Está formulada para compensar la caída de recursos de esta legislatura, cuando estos fondos son extraordinarios y han sido concebidos como inversiones en clave generacional.

El PNV sí tiene quién le escriba

Que nadie se engañe. El PNV tiene personas capaces de sobra en el resto de territorios vascos, en las universidades, referentes de la sociedad civil y de empresas punteras. Personas que les votan, que les apoyan, que trabajan con ellos en las instituciones y fuera de ellas. Gente que en su mayoría forma parte de esa red clientelar, pero que es profesional. Gente que ve con preocupación la mediocridad imperante. Personas de familias jelkides y otras que se han refugiado en ese partido en busca de beneficios o, simplemente, certidumbres. Gente de dinero y en muchos casos de orden, pero con talento. Personas que en las últimas décadas se han centrado en sus negocios, hartos de la clase dirigente vasca.

Algunas de esas personas han hecho propuestas interesantes desde que empezó la pandemia. Discutibles, pero interesantes. Han defendido la necesidad de priorizar la inversión en sanidad y de poner en valor lo público. Han planteado repensar el modelo educativo para ponerlo al frente de la estrategia de país. Han apostado por una digitalización con sentido. Están preocupados por el crecimiento de la desigualdad y plantean que reducirla debe ser un principio rector de las políticas públicas. Han entendido que la pandemia es un ensayo general para la emergencia climática y que eso tiene implicaciones en la urgencia y radicalidad del cambio necesario. Han debatido sobre cómo debería articularse un fondo soberano vasco. Están desarrollando Inteligencia Artificial para afrontar los retos actuales. Bastantes de ellos están anonadados con el informe de PwC.

La entidad básica en la que piensan esas personas es la comunidad, desde la empresa o el pueblo hasta la comunidad nacional vasca. No contemplan que esas comunidades puedan avanzar planeando sus estrategias de espaldas a otra parte de la misma. El debate estratégico del país está de esa socialdemocracia hacia la izquierda, aunque hoy esa conexión aparezca cortocircuitada.

Últimamente, en el argumentario de los dirigentes y creadores de opinión del PNV, se señala a menudo que hay fuerzas en Euskal Herria que disfrutan de que las cosas vayan mal, incluso de que haya malos indicadores en torno al coronavirus. Despreciar así la discrepancia y la crítica política es una excusa impropia de quien quiere ejercer el liderazgo. En medio de esta pandemia y esta crisis, nadie que luche para lograr lo mejor para el país y su ciudadanía se alegra de que las cosas no salgan bien. Hay demasiado en juego. De las decisiones que se tomen ahora dependerá el bienestar de las siguientes generaciones de vascos y vascas. Es momento de escuchar, atender, convencer, negociar. Es hora del debate político serio, no de informes consultivos complacientes.