EDITORIALA
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El monarca profundiza el cisma con Catalunya

El empeño del monarca español por visitar Catalunya resulta sorprendente. Más que dar sensación de normalidad y control de la situación, cada nuevo viaje subraya todo lo contrario. Ayer quedó patente el profundo cisma político que existe entre Catalunya y el Estado español tanto en Barcelona como en Perpinyà. En la primera, Felipe VI fue recibido únicamente por las autoridades dependientes del Gobierno español y por las protestas organizadas por los independentistas. En Perpinyà, un acto reunió a los tres últimos presidents que ha tenido la Generalitat y cuyo mandato ha coincidido con el reinado de Felipe de Borbón. Significativamente los tres mandatos han terminado abruptamente, tras la persecución a la que les ha sometido el sistema judicial español y que ha terminado con su inhabilitación. Poco ha importado a los jueces que hubieran sido elegidos legal y democráticamente.

Ese contraste define claramente la actual situación política catalana: la ruptura entre Catalunya y el Estado se hace cada vez más profunda. Sin embargo, no parece que esta visión preocupe en la corte madrileña, que continúa empeñada en aprovechar cualquier oportunidad para que el Borbón se presente en Catalunya, ahondando en la brecha que originó el ofensivo discurso del monarca del 3 de octubre de 2017. Desautorizado por el Ejecutivo el anterior viaje, ayer se llevó de muletilla nada menos que al presidente español, Pedro Sánchez. Poco importó a los designios reales la crítica situación epidemiológica en Madrid y que el presidente del Gobierno no pudiera acudir al Consejo de Ministros extraordinario convocado para encauzar la situación sanitaria. La voluntad del monarca está por encima cualquier otra consideración.

Humillando a los catalanes por votar en un referéndum y avalando con su presencia la represión judicial y policial, el monarca español se sitúa claramente en el lado del autoritarismo y contra la democracia.