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CRISIS DEL CORONAVIRUS

ESTAMPAS DE CONFINAMIENTO TOTAL

IRUñEA AMANECE SIN SUS BARES, MENOS VIVA Y SE DIRÍA QUE MÁS ENFERMA. EL CIERRE DE LOS ESTABLECIMIENTOS PROMETE UN DOMINÓ INVISIBLE DE PROVEEDORES, PEQUEñOS COMERCIOS, FAMILIAS, LETRAS IMPAGADAS E HIPOTECAS QUE SE ATRAGANTAN. ES EL PRIMER DÍA DE DOS SEMANAS CON LOS BARES CERRADOS Y CON UN TOQUE DE QUEDA DE FACTO A LAS NUEVE DE LA NOCHE, CUANDO TODOS LOS ESTABLECIMIENTOS TENÍAN BAJADA LA PERSIANA.


El primer día de cierre total de los establecimientos de hostelería ha dejado en Iruñea un paisaje que se puede calificar de triste en Iruñea. Las terrazas se ven huérfanas de ocupantes o con mesas y sillas formando elevadas torres de metal enmarcadas por la persiana bajada del local correspondiente.

Pocas personas se mueven por lugares tradicionales de poteo, como pueden ser las calles de San Nicolás o San Gregorio, o de la misma Navarrería de Alde Zaharra. Una imagen que se repite en la plaza del Castillo, donde la presencia de gente es mínima, con algunas personas mayores sentadas en los bancos y viandantes que circulan por ella. Algunos llevan cafés en el correspondiente recipiente de plástico y que se van tomando en plena calle. Es la única señal de ese tipo de consumo que se aprecia en la zona.

Por el momento, el cierre decretado por el Gobierno de Nafarroa para intentar frenar las alarmantes cifras diarias de positivos por coronavirus afecta exclusivamente a la hostelería, pero su repercusión va mucho más allá.

Así lo recoge Carmelo Buttini entre las montañas de periódicos de La Casa del Libro, quien compara la situación con que se llegara a producir el cierre de Volkswagen. «Algo así no sólo afectaría a la propia empresa, sino a todas las que dependen de ella. En este caso, ocurre algo parecido. Por ejemplo, yo ya no vendo los periódicos que suelen tener en los bares, pero lo mismo pasa con los carniceros del barrio, los pescateros y un largo etcétera, que suministran a los bares del barrio. El impacto es para todos, porque somos una cadena, va todo unido».

Buttini lamenta que «se trate así a la hostelería, donde se toman todas las medidas sanitarias necesarias, porque más no pueden hacer». Sus argumentos van en la línea de los esgrimidos por el sector para rechazar el cierre total decretado. En las movilizaciones que ya han ido llevando a cabo, y que continuarán, argumentan que se ha tomado una medida tan drástica a pesar de «la escasa incidencia de contagios en este sector» y que supone llevar al ERTE «a miles de trabajadores».

22 brotes asegurados

Para justificar el cierre, el Gobierno de Nafarroa ha facilitado unos datos, según los cuales, entre el 14 y el 19 de octubre, el equipo de rastreo detectó un total de 22 brotes en restaurantes y bares. También pone de relieve que estos establecimientos están relacionados con «la no utilización de la mascarilla durante todo el tiempo o la mayoría del tiempo» y que no se mantiene la distancia de seguridad «durante un tiempo bastante relevante». A lo que suma la circunstancia de que «el consumo de alcohol también repercute en el comportamiento de las personas, relajando las medidas de seguridad».

Pero desde la hostelería se considera que, por un lado, cumplen con las normas que se les exige, que «no somos los culpables» de la propagación del coronavirus y que se llegan a celebrar actos como la salida de la etapa de la Vuelta, en la que la distancia de seguridad no estuvo demasiado presente.

Para paliar los efectos del cierre, el Ejecutivo de María Chivite ha anunciado ayudas por diez millones para el sector de la hostelería, pero la repercusión va más allá. Como destaca el librero Buttini, «mucha gente viene a lo Viejo a potear y si los bares están cerrados, ya no se acerca, lo que también afecta al resto de negocios». Una situación que ya se empieza a notar, ya que en la ciudad «no hay vida, no hay movimiento».

En el mismo sentido se expresa la responsable de un supermercado de Arrotxapea. «La gente está como triste, como resignada. La situación es diferente al confinamiento de marzo. Entonces, hasta se hacían bromas, pero ahora es distinto, se palpa la preocupación en el ambiente. Parecía que esto del coronavirus iba a ser algo de un mes y se está alargando y empeorando. No se ve una salida, un futuro».

Sensaciones diferentes

En su tienda ya se están preparando ante un posible aumento de ventas de productos de consumo habitual en los bares, como refrescos y bebidas espirituosas. «He realizado un pedido en previsión, aunque no sé si llegaremos a la situación del confinamiento, cuando se vaciaban las estanterías de papel higiénico, levadura y bebidas. La sensación es diferente».

En el Eroski de la cuesta de Santo Domingo también se están preparando para un posible aumento del consumo, aunque en general y no solamente de bebidas. Según comenta Raquel, la encargada, «nos traen un 10% más de género, pero de todo. Por el momento no se ha previsto más en el caso concreto de la bebida». La explicación va en la misma dirección que en el caso de su homóloga, ya que «no se prevé una situación parecida a la del confinamiento de la primavera».

Por el momento, quedan quince días para comprobar si el cierre de la hostelería resulta eficaz para el gran objetivo de frenar al coronavirus. Y el problema es que las cotas están tan altas que lo que se necesita un corte tan brusco que parece un reto casi imposible de lograr.

Las medidas hacen daño a muchos sectores en un peligrosísimo dominó. Con todo, la ciudadanía tiene un gran margen para que su comportamiento ayude o haga que todas las medidas no sirvan de nada.

En la crónica del día, faltan esos hosteleros que ayer no abrieron. El día previo sí se les oyó protestar desesperados al paso de la Vuelta. El problema está en que su sacrificio valdrá o no la pena según lo que hagan otros. El virus, sin solidaridad, tiene todas las de ganar.