Los Kevin Bacon del coronavirus
Algunas restricciones caen a contrapié y no se entienden prohibiciones hacia gestos que no entrañan casi riesgo. Sin embargo, tienen sentido. La culpa de todo, lo explico en estas líneas, la tiene Kevin Bacon.
La idea surgió cuando el siglo pasado moría. Ya se sabe que los matemáticos se mueven por los desfiladeros de la cordura. Los matemáticos de los que habla este artículo son Brett Tjaden (desarrollador del algoritmo) y Patrick Reynolds, que ha mantenido vivo el Oráculo de Kevin Bacon en este tiempo.
Cuando hablamos de contagios del coronavirus, más que de casos, habría que hablar de cadenas. Un enfermo contagia a otro, o a otros dos, y esos a otros más, y así se ha estado transmitiendo el virus desde sus inicios en China. Evidentemente, también hay infectados que no transmiten la enfermedad a nadie. Pero estos últimos a nivel epidemiológico no importan tanto. De lo que se trata es de cortar cadenas o, mejor, de no crearlas.
Es prácticamente imposible saber qué cadenas de contagio tendrán éxito y cuáles no. En GARA ya entrevistamos a un genetista que investigaba esto pero hacia atrás, apoyándose en las pequeñas diferencias entre las distintas cepas o linajes que existen del SARS-CoV-2. De este modo sabemos que una de las principales cadenas de contagio y, quizás, la que llegó de forma más temprana al Estado español, pasó por Gasteiz.
El Oráculo de Bacon ayuda a entender esto. En el fondo, dicho Oráculo no es sino un algoritmo matemático conectado a la base de datos de películas de Wikipedia. Esta programación sirve para conectar a unos actores con otros a través de las películas en las que han trabajado. Si el actor A tuvo como compañero de rodaje al actor B en determinada película, y el actor B trabajó con C en otro filme distinto, el Oráculo determina que el actor B es la conexión entre los intérpretes A y C.
Supongo que a quienes sean seguidores de “La Noche de...” todo esto les sonará. Una de las secciones habituales del programa es descubrir estas conexiones. Que me disculpe el gran Félix Linares por destaparle este truco, porque sí, esto lo hacen con el Oráculo de Bacon.
Habrá también gente que se estará preguntando qué demonios tiene que ver Kevin Bacon con todo esto. A eso voy ahora. Resulta que cuando los matemáticos crearon el algoritmo se dieron cuenta de que este actor era el mejor conectado, ya que ocupaba algo así como el centro del universo hollywoodiense.
Evidentemente, Kevin Bacon no es el actor que más películas ha rodado. No necesariamente tiene por qué serlo. Bacon está en el centro porque las 861 personas con las que está conectado tienen a su vez relaciones que les unen a otros 63.507 actores, y estos terceros están vinculados a otros 240.289. Y así.
Tan en el centro está Kevin Bacon que el Oráculo tiene forma de juego. La apuesta es que pongas el intérprete que pongas, el algoritmo lo conseguirá vincular utilizando cuatro películas o menos. Si todavía no te has puesto a trastear con el Oráculo, ya tienes entretenimiento.
Kevin Bacon es solo un ejemplo de un supercontagiador. No hace falta que una persona acuda a una fiesta ilegal para que sea responsable de cientos o quizás miles de personas infectadas, solo tiene que tener la mala suerte de contagiar a las personas adecuadas. Quizá baste con una sola. Un desliz mínimo, por tanto, puede tener consecuencias terribles.
El fenómeno de los supercontagiadores existe en esta epidemia, como ya se ha publicado en estas páginas.
Nadie está libre de ser el Kevin Bacon de esta pandemia, pues no sabemos si ocupamos el centro de una telaraña de relaciones infinita. Aun así, sí sabemos que estamos en el centro mismo de las relaciones de las personas a las que queremos.
También tenemos la certeza de que cuantas menos ramificaciones pueda tener la cadena de contagios que generamos, menor será su posibilidad de éxito. Es con esta perspectiva con la que se trazan estrategias como las de la CAV de confinarse en municipios. De este modo, las cadenas no saltarán de un pueblo a otro o lo harán más difícilmente. Por esto, independientemente de que esta medida nos guste o nos sepa a poco (ojalá me equivoque, pero creo que no bastará), resulta esencial un cumplimiento estricto.