EDITORIALA
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Un experimento constructivo a favor del desarrollo del euskara

Hacer un experimento social que implica un cambio en los hábitos de las personas durante diez días, cuando la sociedad está sujeta a medidas excepcionales durante meses debido a una pandemia, y sin una perspectiva clara sobre cómo saldrá de esta situación, es realmente complicado. Pero el euskara no se puede permitir hibernaciones inducidas, ni por los humanos en forma de dictadura o segregación ni por un virus en forma de pandemia. Ha costado mucho llegar hasta aquí y no está para esperar a ver qué pasa.

Euskaraldia ha logrado que 179.780 personas se inscriban en esta iniciativa. Casi un tercio de estas personas, el 29%, no participó en la anterior edición, hace dos años, cuando 45.000 personas más tomaron parte. Ambos datos son significativos, porque pueden indicar aciertos y fallos. Como se ha dicho, no era fácil.

El 77% de los inscritos han ejercido de ahobizi y el 23% de belarriprest, lo que refuerza la idea de que es la parte más militante la que más se implica en esta iniciativa, que tiene más problemas para sumar a otros sectores. El 44% de los participantes se ha inscrito en Gipuzkoa, el 34,25% en Bizkaia, el 11% en Navarra, el 8,5% en Álava, el 2,1% en Ipar Euskal Herria (1,5% en Lapurdi, 0,5% en Baja Navarra y 0,1% en Zuberoa). Un 0,25% lo ha hecho desde la diáspora vasca. Los desequilibrios entre población, conocimiento, implicación institucional y motivación social pueden marcar algunas prioridades y favorecer las estrategias más eficaces.

El 23% de los participantes tiene entre 16 y 29 años, el 35% entre 30 y 44 años, el 29% entre 45 y 59 años y el 12% más de 60 años. Tratándose de un experimento destinado a apoyar la supervivencia del euskara y su desarrollo, es importante ver el factor generacional, especialmente porque aún falta un tramo para la universalización del conocimiento, hay un déficit en la utilización de la lengua y las costumbres de socialización están cambiando a gran velocidad. El euskara está lejos de tener garantizado su futuro, pero hay que poner en valor lo logrado.