Raimundo Fitero
DE REOJO

Líneas rojas

Atentos a los partes del tiempo como cuando éramos rurales en transición a seres urbanizados sin control. No hay pandemia ni temporal que consiga quitar de la boca y el ordenador de políticos, asesores, medios de contaminación y redes sociales esa idea nebulosa de las supuestas líneas rojas existente en diversos campos del hacer humano fuera de las exigencia de la supervivencia y la correa de transmisión de mentiras enmascaradas. Sea un asalto insurgente al Capitolio del Imperio inspirado por el comandante en jefe del mayor ejército de destrucción del mundo, o sea una decisión idiota de un concejal de un pueblo mesetario respecto al trato verbal dado a un miembro de la oposición. Todos han superado la línea roja.

Ahí vamos, a superar todas las líneas rojas que la edad, el pensamiento circular y las lecturas urgentes me han ido grabando en mi subconsciente, ese descubrimiento telúrico de Freud que todavía nos tiene atascados en nuestras dudas metodológicas para intentar justificar algunos de nuestros comportamientos que sobrepasan a los mandamientos religiosos o la voluntad de corrección política. El representante de una marca de teléfonos inteligentes asegura de manera taxativa, «hay que compaginar la calidad con el precio honesto». Este concepto de precio honesto me supera. No es una precio justo, ni un precio bajo, ni ajustado a su coste, sino honesto. ¿Hay en la sala algún chamán para descifrarme el enigma?

Desmelenado voy y pregunto, ¿qué opinan ustedes de Julian Assange? ¿Es una víctima, un producto, un elemento de una secta informativa infectada de servicios secretos, un salvador o un oportunista? No voy a cruzar la línea roja de manifestarme hasta que no nos abandone Filomena, pero la acumulación de dudas ya forma parte de mi desmoronamiento epistemológico.