EDITORIALA
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Semana penosa para un PNV enganchado a no rendir cuentas

Es de suponer que al saber que en algunos hospitales varios cargos políticos se habían colado para vacunarse contra el covid-19, alterando en beneficio propio el orden lógico de la inmunización y saltando el turno de quienes más necesitan las vacunas, la mayoría de la sociedad vasca se sintió enfadada y estafada. La pandemia es muy difícil de sobrellevar para todo el mundo, la gente está agotada y muy sensible, y estas noticias generan mucho malestar. Es decepcionante comprobar que las instituciones vascas no son una excepción en esta clase de comportamientos insolidarios. Son sentimientos que seguro que compartieron la mayoría de quienes en las últimas elecciones votaron al PNV, partido al que pertenecen Eduardo Maiz y José Luis Sabas.

El lehendakari Iñigo Urkullu dijo haber sentido «pena, dolor, tristeza y rabia» al enterarse de los hechos. Estos sentimientos, tan personales, corresponden a una profunda decepción y son lógicos, porque se trata de personas a las que él conoce y que han traicionado la confianza que pusieron en ellos. No solo eso. Uno de ellos se negó a dimitir y hubo de ser cesado, mientras el otro ha demostrado una concepción clasista y desviada sobre lo que debe ser un servidor público. No se merecían el cargo y el lehendakari debería haberlo dicho claramente.

En el PSE también tuvieron que sentir pena y enfado, aun con el alivio de que no fuese alguien de sus filas. En esta relación tan desigual que conforman las dos fuerzas, normalmente son los cargos del PSE los que suelen recibir las reprimendas por errores y negligencias.

Esto no es un buen partido

En el caso de muchos militantes y cargos del PNV estos sentimientos se mezclarían con el reproche por el daño generado no solo a sus siglas, también a la imagen de Osakidetza en un momento crítico. Preguntado por si Sabas y Maiz seguirán en el partido, Andoni Ortuzar afirmó que el EBB no puede actuar de oficio contra ellos sin que haya una denuncia por parte de otros militantes. A pesar de tener un discurso público exigente en relación a la moral y la ética, hasta el momento nadie la ha interpuesto.

Sin restar gravedad a lo sucedido con las vacunas, Ortuzar demandó que no haya ensañamiento con estos excargos, porque «cada uno, como todos, con sus luces y sus sombras, tienen una larga trayectoria y estoy seguro de que, a estas alturas, estarán profundamente arrepentidos y frustrados por lo que ha pasado». Sin embargo, la entrevista que concedió José Luis Sabas a Vocento y las filtraciones de los mensajes personales entre él y las responsables del Departamento de Salud no indican precisamente arrepentimiento.

No deja de ser ilustrativo de la vida interna del partido el contraste entre que Sabas pueda romper así con la disciplina, sin consecuencias, mientras ni un solo militante jeltzale se atreve a romper la consigna de no denunciar. Porque, llegados a este punto, no solo es denunciable la falta de ética por colarse para vacunarse, sino el hecho de que se promueva una campaña pública para justificarlo a costa de dilapidar la imagen de, entre otras, la consejera de Salud, Gotzone Sagardui.

Para colmo, ese extraño respeto a Sabas ha provocado que en su comparecencia parlamentaria Sagardui ocultase partes de los mensajes de whatsapp. Si la consejera hubiese leído los mensajes íntegros podría haber sostenido la versión del malentendido. Al ocultar las partes en las que Sabas le informaba de que se vacunaría a toda la plantilla y no explicar por qué y quién envió los viales para que así fuese, su versión decae. ¿Por qué ha mentido? Resulta inexplicable e inaceptable.

Para culminar una semana nefasta para el PNV, hostigado por Navarra Suma Manu Ayerdi ha tenido que dimitir como consejero de Desarrollo Económico y Empresarial, debido a la causa abierta en el Tribunal Supremo español a cuenta de las ayudas a Davalor.

Habrá que ver en qué termina todo esto. En Osakidetza todos los sindicatos y la oposición del Parlamento han pedido el cese de Sagardui. Tras lo sucedido con Jon Darpón y Nekane Murga, sería tremendo. El empecinamiento de Ayerdi con Davalor tampoco es alentador.

El PNV tiene un látigo de nueve colas para azotar a los adversarios y mandíbula de cristal para recibir críticas. Con este panorama, debe reflexionar sobre si embarrar el debate público le sigue saliendo rentable. Al país no le vale, porque rebaja la ética, abona el cinismo y evade responsabilidades a las que hay que hacer frente.