El extesorero del PP Luis Bárcenas se ofreció ayer a someterse a un careo con el expresidente del Gobierno español Mariano Rajoy. En la primera jornada del juicio sobre la caja B del PP, el abogado de Bárcenas propuso al tribunal que se lleve a cabo ese cara a cara si se apreciasen contradicciones entre el testimonio que preste Rajoy como testigo y lo que declare su cliente.

Además de pedir el testimonio de Rajoy –ya acordado a petición de las acusaciones populares– el letrado solicitó nuevas testificales tras reconocer que gran parte de las pruebas que su cliente guardaba para hacerlas valer en este procedimiento le fueron sustraídas en la «Operación Kitchen», presuntamente impulsada en 2013 desde el Ministerio del Interior.

También lamentó que pese a estas circunstancias se cuestione la credibilidad de su cliente, que cumple 29 años de cárcel por el «caso Gürtel» y ahora se enfrenta a una petición del fiscal de otros 5 años.

Para apuntalar su versión de los hechos, pidió el testimonio de varios periodistas para que expongan las pruebas que recabaron para la elaboración de informaciones en sus medios.

La defensa de Bárcenas trata de probar la existencia de una grabación de su predecesor en la Tesorería del PP, el fallecido Álvaro Lapuerta, que confirmaría pagos a exdirigentes del PP. El extesorero se refirió a esa grabación en la carta que envió recientemente a la Fiscalía Anticorrupción señalando su deseo de colaborar con la Justicia. A este respecto, el Ministerio Público aseguró que no ha llegado a pacto alguno con Bárcenas y que su escrito «aporta escasas novedades, ninguna sustancial».

Por su parte, el abogado del PP arremetió contra las acusaciones populares, reprochándoles perseguir intereses «espurios y políticos» y pretender el desgaste del partido haciendo desfilar a expresidentes del Gobierno «en un circo mediático» en el que incluyó el careo con Rajoy propuesto ayer.

A la vez, el presidente del PP, Pablo Casado, volvió a renegar del PP heredado de Rajoy y dijo estar «harto» del «caso Bárcenas» y del «terrible» coste electoral para su partido.