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EDITORIALA

Prioridades inexplicables en la vacunación


A medida que avanza el proceso de vacunación, la perplejidad de la ciudadanía alcanza cada día nuevas cotas. La campaña en la CAV empezó con la decisión de reservar un elevado número de vacunas, en una proporción que excede hasta los cálculos más conservadores. Tanta prudencia les ha colocado a la cola del Estado en el ritmo de vacunación. Todavía no está claro a qué se debe semejante decisión, si a la falta de medios o a la incompetencia. La microbióloga Miren Basaras dejó claro en Hamaika Telebista que las vacunas no son para guardar.

Después se conoció que algunos cargos políticos se habían saltado la cola y se habían vacunado. Vista la jugada, los representantes policiales empezaron a insinuar que ellos deberían ser el siguiente grupo a inmunizar, antes incluso que otros grupos de riesgo o profesionales expuestos al virus. El Gobierno español resolvió ese papelón de manera sibilina: decidió que la vacuna de AstraZeneca solo la recibirían los menores de 55 años, en contra del criterio aprobado por la Unión Europea. Y por esa puerta se ha colado el «sacrificio» y «la moral de victoria» de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, y también la Ertzaintza con el impulso del Ejecutivo de Lakua. Algo absolutamente incomprensible cuando todavía no se ha empezado a vacunar a otros grupos de riesgo, como las personas mayores de 80 años fuera de las residencias, o cuando aún falta la mitad del cuerpo sanitario. Y todavía más demencial es que el personal subcontratado de ambulancias –que está en primera línea– siga sin estar vacunado. ¿Pero qué clase de prioridades ha fijado el Gobierno de Urkullu?

La campaña de vacunación contra el covid se ha convertido ya en el reflejo fiel de un modo de gobernar autocrático. Por no saberse, todavía no se sabe ni dónde se contagia la gente. Así es imposible que se pueda debatir democráticamente sobre la gestión de la pandemia y mucho menos acordar las prioridades de vacunación.