Iñaki Lekuona
Profesor
AZKEN PUNTUA

Lunares

Hace 60 años la República francesa llamaba a sus ciudadanos a decidir sobre la autodeterminación del territorio argelino, que desde varios años antes se debatía en una guerra anticolonialista cuya violencia París minimizó llegando a denominarla simplemente «los acontecimientos de Argelia». A pesar de la ocultación y de la negación de la metrópoli, aquellos sucesos violentos han ido transitando poco a poco desde el conocimiento popular hacia las páginas de los libros de Historia hasta tal punto que por primera vez un presidente francés se ha dirigido a sus administrados para reconocer que el ejército de la patria de los Derechos Humanos estuvo tras la desaparición, tortura y muerte del abogado independentista Ali Boumendjel en marzo de 1957, presentada en aquel entonces como un suicidio bajo custodia. Así, del conocimiento popular, se pasa ahora al reconocimiento.

Pero la cuestión es que solo se reconoce este caso, como si fuera un único lunar en el lienzo límpido de la democracia francesa, como si las incontables torturas, las innumerables violaciones, las miles de muertes y desapariciones no hubieran tenido lugar. La metáfora la dibujó Madrid: no son democracias, son apisonadoras con militares al mando. Ali Boumendjel, como Mikel Zabalza, son solo dos de los miles de lunares que ennegrecen un libro de Historia aún por escribir.