EDITORIALA
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Urge la reforma de una policía machista y violenta

Sarah Everard desapareció el 3 de marzo cuando regresaba a su casa, después de visitar a unas amigas en el sur de Londres. Su cuerpo fue localizado una semana después en el condado de Kent, donde posteriormente un agente de la Policía, Wayne Couzens, fue detenido y acusado de asesinato y secuestro. Un caso de violencia machista que ha conmocionado a los londinenses. Además, se da la circunstancia de que unos días antes el acusado fue denunciado por exhibicionismo pero continuó con normalidad en servicio. Sorprende la ligereza con la que estas denuncias son tratadas por la Policía cuando está implicado alguno de sus miembros: el corporativismo funciona como un resorte automático, independientemente del país o del cuerpo policial.

Y si la Policía es bastante considerada con sus miembros, no muestra el mismo respeto hacia la gente y sus derechos. Como ya empieza a ser habitual, cuando la protesta no interesa –y parece que la denuncia de la violencia machista molesta mucho– la convocatoria se prohibe aduciendo la situación de emergencia sanitaria y sin ofrecer alternativa. A pesar del veto, las mujeres londinenses decidieron llamar a una vigilia el sábado; la Policía la disolvió sin contemplaciones, deteniendo a cuatro participantes. Scotland Yard justificó su actuación por la pandemia, pero las explicaciones no han hecho más que acrecentar las críticas a la actuación policial que no fue ni adecuada ni mucho menos proporcionada. Una vez más, primó la violencia para que se cumpla la ley por encima de los derechos, la seguridad y el cuidado de la gente.

En vez de reforzar la seguridad, llamamientos a las mujeres a que tengan cuidado; en vez de examinar a sus miembros con problemas, encubrimiento corporativo; en vez de garantizar los derechos y la seguridad de la gente, violencia para que se cumpla la ley. Este modelo policial machista y violento, cada vez más alejado de los valores sociales emergentes, necesita una reforma urgente.