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Vuelve la calma a Jerusalén tras los choques con decenas de heridos

La calma volvió ayer a Jerusalén tras los graves enfrentamientos de la noche anterior, provocados por la prohibición de las fuerzas de seguridad sionistas de acceso a algunas áreas de la Ciudad Vieja donde suelen reunirse los palestinos durante el mes de ayuno del Ramadán, y el acoso de judíos de la extrema derecha con gritos de «muerte a los árabes». Los choques más violentos de los últimos años dejaron un centenar de palestinos heridos.


Jerusalén despertó ayer con una calma tensa después de los enfrentamientos entre jóvenes judíos de extrema derecha, palestinos y fuerzas policiales israelíes que dejaron un centenar de árabes y una veintena de agentes heridos y más de 50 detenidos. Fueron los incidentes más graves en los últimos cinco años, con lanzamiento de piedras, calles incendiadas y detenciones violentas.

Los disturbios comenzaron el jueves por la noche, coincidiendo con una manifestación del supremacista movimiento judío de extrema derecha Lehava, un grupo abiertamente hostil con los palestinos, que se había reunido en la Puerta de Damasco de la Ciudad Vieja en defensa del «honor nacional» tras los enfrentamientos registrados la víspera, protesta a la que los palestinos respondieron con una contramanifestación.

Las fuerzas de seguridad sionistas desplegaron cientos de agentes para «proteger la libertad de expresión y el derecho a protestar» y, según su versión, también para evitar enfrentamientos entre ultraderechistas y palestinos, que consideraron el acto una provocación ya que coincidió con la salida de los fieles de la Explanada de las Mezquitas tras la oración nocturna del Ramadán, el mes de ayuno musulmán. Con ese pretexto, informó AFP, la Policía israelí había bloqueado el acceso a algunas áreas de la Ciudad Vieja donde los palestinos suelen reunirse con motivo de esta festividad.

Los judíos de extrema derecha recibieron a los palestinos con gritos de «muerte a los árabes» y el lanzamiento de piedras contra la Policía, blanco también de proyectiles arrojados por manifestantes palestinos, que respondió utilizando gases lacrimógenos, granadas paralizantes y cañones de agua.

«Zona de guerra»

«Era como una zona de guerra, era peligroso», aseguró a AFP un testigo palestino.

Lo que comenzó con choques entre manifestantes y fuerzas de seguridad derivó en múltiples enfrentamientos aislados entre jóvenes palestinos e israelíes, incluyendo algunos linchamientos. Los choques se prolongaron hasta la madrugada.

El presidente de la Autoridad Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, denunció «la incitación al odio» de los grupos israelíes de extrema derecha e instó a la comunidad internacional a «proteger» a los palestinos en Jerusalén Este.

«Estamos profundamente preocupados por la violencia en Jerusalén en los últimos días. Esperamos que todas las voces razonables pidan (...) un retorno a la calma», reaccionó ayer el consulado de EEUU en Jerusalén.

En un discurso, el jueves, ante el Consejo de Seguridad, el enviado especial de la ONU para Oriente Medio, Tor Wennesland, pidió una «desescalada».

Jordania condenó «las provocaciones llevadas a cabo por grupos judíos extremistas» e instó a Israel a que «ponga fin (...) al acoso» de los residentes de la Ciudad Vieja y levante las restricciones de acceso a la Mezquita Al-Asqa.

Los incidentes ya habían estallado en Jerusalén el miércoles. Los videos publicados en las redes sociales y medios de comunicación locales mostraban a empleados palestinos que trabajaban en tiendas en el centro de Jerusalén ya periodistas agredidos por jóvenes judíos que gritaban «muerte a los árabes».

En una entrevista con el canal Kan, el alcalde israelí de la ciudad, Moshe Lion, dijo que estaba en conversación con líderes palestinos en Jerusalén Este con la esperanza de poner fin a «esta violencia innecesaria».

El próximo 22 de mayo, los palestinos celebrarán sus primeras elecciones en 15 años. Mahmoud Abbas y los países europeos han pedido a Israel que permita que se realicen los comicios y actos de campaña de los candidatos en Jerusalén Este, donde viven más de 300.000 palestinos.