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La suspensión de las elecciones aleja la reconciliación palestina

Hamas consideró un golpe de Estado la suspensión de las elecciones decretadas por el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, que argumentó la negativa de Israel a permitirlas en Jerusalén. La medida sí es un golpe al enésimo intento de reconciliación.


El anuncio por parte del presidente de la Autoridad Palestina (ANP), Mahmud Abbas, del aplazamiento de las primeras elecciones nacionales palestinas en 15 años, asestó un golpe a la frágil intento de reconciliación entre facciones palestinas.

Abbas argumentó la negativa israelí a permitir los comicios en Jerusalén Este, anexionada por el Estado sionista.

«Hemos decidido posponer la fecha de las elecciones hasta que (...) nuestro pueblo pueda ejercer sus derechos democráticos en Jerusalén», afirmó Abbas después de una reunión con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) sobre los comicios legislativos programados para el 22 de mayo y los presidenciales de julio.

A raíz de esta decisión, la Comisión Electoral Palestina anunció el cese de sus actividades destinadas a preparar las elecciones anunciadas a principios de enero como parte de un enésimo intento de reconciliación entre el partido laico Al-Fatah de Mahmud Abbas y los islamistas de Hamas, dos grandes sectores de la política palestina.

«Fatah y el presidente palestino son plenamente responsables de la decisión y de sus consecuencias, que equivalen a nada menos que un golpe de Estado en nuestra contra» acuerdo de reconciliación, aseguró ayer Hamas.

El cabeza de la lista electoral de Hamas, Khalil al-Hayya, advirtió la semana pasada de que un aplazamiento de las elecciones «empujará al pueblo palestino hacia lo desconocido» y creará «una gran frustración entre la población» que puede causar «reacciones graves». El retraso en los comicios provocó la irritación de jóvenes palestinos que salieron a protestar a las calles de Ramallah.

Después de las últimas elecciones legislativas de 2006, que ganó Hamas, las tensiones entre Al-Fatah y la formación islamista provocaron acalorados enfrentamientos y una división geográfica del poder entre Cisjordania y Gaza.

En cuanto a Jerusalén Este, la parte oriental de la ciudad considerada por los palestinos como la capital de su futuro Estado, no está controlada por ninguno de estos dos campos porque ha sido anexada durante más de 50 años por Israel, de ahí la solicitud al Estado hebreo para que la votación pueda celebrarse allí. Abbas rechazó la propuesta de la Comisión Electoral de establecer colegios electorales en ciudades cercanas a Jerusalén, en la Cisjordania ocupada, subrayando que la votación debe llevarse cabo en Jerusalén y los partidos deben poder realizar sus campañas electorales allí. Sin esa garantía, el presidente decretó su suspensión, imputando así el aplazamiento al Estado israelí.

Pero si el aplazamiento beneficia a Israel, que ve alejarse una eventual reconciliación palestina que haga frente a la ocupación, también Abbas saca rédito de la misma.

El desprestigiado presidente de la ANP juega la carta de Jerusalén Este para posponer o incluso cancelar las elecciones porque se enfrenta a una honda división dentro de su partido, Al-Fatah.

Más de treinta listas electorales compiten por las legislativas, incluidas dos corrientes que desafían a Al-Fatah desde adentro: la del controvertido Mohammad Dahlan, exiliado en los Emiratos y buscado por corrupción y espionaje, y la del sobrino de Yasser Arafat, Nasser al-Kidwa, apoyado por el carismático preso Marwan Bargouti.

Con esta división en las filas de Al-Fatah, Hamas podría ganar las elecciones –como ya hizo en 2016– y extender su poder a la Cisjordania ocupada aunque fuera en el marco de un posible «Gobierno de unidad», para espanto de Israel.