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EL EIBAR REGRESA A SEGUNDA

Las mejores historias también tienen un final

El Eibar llegó a Primera asumiendo que su paso sea efímero pero se marcha siete temporadas después, completando un periplo repleto de éxitos deportivos y económicos.


El Eibar regresa a Segunda. Pasará algún tiempo antes de que los galácticos vuelvan a Ipurua, si es que lo hacen alguna vez, desaparecerán los periodistas japoneses, su nombre no siempre aparecerá en las quinielas y menos aún en las televisiones y los eibarreses no podrán seguir presumiendo de ser los más pequeños entre los grandes.

Pierde el Eibar, sin duda. Pero también el fútbol, que ve cómo acaba una de las historias más bonitas que ha vivido desde que importan más directivos, agentes y audiencias que futbolistas, entrenadores y afición. La historia de un equipo que llegó sólo con su tesón, el mismo que le ha mantenido siete temporadas y que le permite marcharse entre aplausos y cariños. No hay más que echar un vistazo a las redes sociales, tan habitualmente vertederos, y comprobar las reacciones ante su descenso.

El club armero regresa al que, probablemente, sea su hábitat aunque incluso en Segunda sea difícil encontrar un equipo de sus características, apenas el Mirandés. Pero el equipo que llega a Segunda es muy diferente, para lo bueno y para lo malo, del que consiguió el ascenso hace siete años. Del que llegó a Primera asumiendo que su paso por ella sería efímero y se marcha llorando por perder algo que ya consideraba suyo.

Ese salto ha llevado su tiempo. Y poco faltó para que se interrumpiera nada más empezar. El club afrontó su temporada de debut pensando exclusivamente en disfrutar. Tampoco los ingresos por televisión habían explotado todavía, con lo que apenas invirtió en reforzar una plantilla que empezó muy bien pero acabó salvando la categoría en los despachos, que premiaron su honradez al sancionar las trampas del Elche.

La temporada posterior supuso un punto de inflexión. En el plano institucional, Álex Aranzabal acabó abandonando la presidencia tras un terremoto en el Consejo de Administración. En el económico, el club casi duplicó sus ingresos ordinarios, gracias a los nuevos términos en la venta de los derechos televisivos, pasando de 18 a 32 millones. Y en el deportivo, consecuencia de ello, el regreso de José Luis Mendilibar al banquillo tras su exitosa experiencia previa en Segunda, pudo festejarse con una inversión mucho mayor en la plantilla, que se vio reflejada en los resultados.

La dinámica se mantuvo en temporadas posteriores aunque el Eibar se encontró con el problema de todos los equipos modestos, la factura de sus éxitos. Por cada buena temporada, algún gran jugador volaba. Y no siempre, como se ha comprobado estas dos últimas temporadas, es posible encontrar un sustituto a la altura. Sobre todo en un mercado cada vez más inflacionado donde incluso el mercado de Segunda, habitual caladero de los armeros, se ha puesto imposible.

De allí han llegado, en cualquier, la mayoría de sus grandes descubrimientos. Rubén Peña, Enrich o Dmitrovic han dado el salto con la camiseta azulgrana, como lo han hecho promesas de grandes canteras como Cucurella, Borja Bastón o Bryan Gil.

Millones

Los aciertos deportivos han contribuído a llenar la caja fuerte de Ipurua. Desde los 3’5 millones de beneficio de la primera temporada en la categoría hasta el récord de los 13’4 que coronaron el resultado de la 17/18, no ha habido año que el club no cerrara sus cuentas en negro y con un buen número de ceros.

Incluso en esta temporada de la pandemia ha sabido exprimir al máximo los números para prever un saldo positivo de más de cinco millones de euros.

Todo eso ha permitido al Eibar tener la cartera llena de billetes pese a haber completado la reforma de Ipurua sin apenas ayudas institucionales, que arrancó con el ascenso y ha concluido, curiosamente, con el descenso; y acometer la ambiciosa Ciudad Deportiva.

Los debes

Todavía sin fecha de inicio, pese a que el proyecto se aprobó hace ya dos años y medio. Y no hay demasiadas noticias al respecto, para enfado de una masa social que critica la escasa actividad pública de los dirigente.

Se miden con cuentagotas las comparecencias de los rectores –en su debe hay que computar también la penosa gestión del caso Enrich– de un club cuya bunkerización ha sido especialmente manifiesta en lo que respecta al primer equipo. Sirva como ejemplo que en los últimos catorce meses, sólo se han organizado seis ruedas de prensa, ninguna de ellas de entrenador o jugadores. Por no decir que hace años que es imposible ver a un jugador armero en una calle o un comercio de Eibar. Quizá ahora sea más fácil.

Poco gol en el campo, escasa convivencia en el vestuario y ningún aficionado en la grada

El Eibar bajará a Segunda y es probable que lo haga como el peor equipo de la categoría. En una Liga con la permanencia barata y en la que cinco rivales partían con menos posibilidad de gasto en futbolistas, ni siquiera llegará vivo a la última jornada. Y cerrará su última temporada en Primera con sus peores números desde que llegó. Nunca había sumado menos puntos ni marcado menos goles, ni siquiera en la campaña de su debut en la categoría, cuando se movía en parámetros bastante más modestos.

Así que, por mucho que la posibilidad del descenso se haya dado por supuesto desde el mismo día en que ascendió, las circunstancias en que se ha dado evidencian que la confección y la gestión de la plantilla no han estado a la altura de años precedentes, algo muy complicado, y ni siquiera han alcanzado el mínimo exigible. Siempre sin olvidar que encontrar futbolistas que suplan cada temporada a los mejores cuando éstos hacen las maletas, la factura que pagan los equipos modestos cuando les va bien, es más complicado que sacar conejos de una chistera.

Lo cierto es que el Eibar ha acusado esta temporada las bajas. Ya arrastraba un déficit de la anterior, cuando fue imposible encontrar un relevo solvente para Jordán y en el lateral derecho nadie pudo afianzarse en lugar de Peña. Lejos de solucionar esos dos problemas, el club perdió en verano al jugador que más goles había marcado en sus tres años como azulgrana, Charles, y al motor del juego ofensivo, que también ofrecía una importante aportación goleadora, Orellana. Y todo ello con Cote de baja hasta febrero. Ni la mejor campaña de Kike desde que llegó (12 goles) ha podido hacer frente a la evidente pérdida de capacidad realizadora del equipo, que ha llegado hasta los penaltis: el Eibar ha marcado cuatro de los nueve que ha lanzado.

Los años, además, han pasado factura a jugadores antes importantes, que han pasado a la irrelevancia. Y José Luis Mendilibar tampoco ha conseguido, o lo ha hecho demasiado tarde, que el equipo asimilara sus ideas como en años anteriores; o, en su defecto, no ha sido capaz de amoldarse a lo que las características de sus futbolistas exigían.

Todo ello se ha unido a un factor externo, de consecuencias innegables. La pandemia, y más concretamente los protocolos anti-contagio, han pasado una factura carísima al Eibar en una doble vertiente. Por un lado, le han privado de jugar arropado en su campo, donde siempre ha basado sus éxitos. No es casualidad que vaya a saldar la Liga con sólo dos triufos en Ipurua. Y por otro, han acabado con la convivencia de la plantilla, ese «otro fútbol» en versión eibarresa, que se ha convertido durante años en una de sus fortalezas. Sin jugadores de la casa en el equipo, el arraigo y la unión, especialmente importantes en crisis como las que ha vivido el Eibar este año, se trabajan con actividades y costumbres que el covid también se ha llevado por delante.A.U.L.

Un futuro repleto de incógnitas, que el Eibar afronta con colchón y objetivos

El nuevo Eibar echará a andar dentro de un par de meses. Poco más se puede adelantar que la fecha aproximada y el cambio de categoría porque el futuro se presenta repleto de incógnitas para un club obligado a renovarse en el vestuario y en los despachos. Lo podrá hacer en condiciones porque la ayuda al descenso, que le reportará unos 19 millones de euros, le convertirá en uno de los clubes más adinerados de Segunda. Y por eso mismo es probable que intente aprovechar ese primer año para construir un proyecto que le permita regresar, intentarlo, a Primera.

Un proyecto que tiene que empezar por los cimientos. Por la Dirección Deportiva, nada menos, ya que Fran Garagarza dejará el club tras más de una década repleta de éxitos en el puesto. Junto a él se va el Secretario técnico Mikel Martija, lo que complica, aunque no descarta, que el sustituto esté ya en casa.

De José Luis Mendilibar no hay noticias pero se da por segura su marcha tras seis temporadas que, pese al disgusto final, han sido magníficas. El propio técnico confesó en una entrevista a un periodista andaluz su idea de tomarse un año sabático, aunque después negó haberlo dicho. Junto al zaldibartarra, en principio, abandonará el Eibar todo su equipo técnico, que firmó igualmente por un año, a excepción de Andoni Azkargorta, un hombre de la casa con contrato hasta 2023.

En lo que respecta a la plantilla, se prevé una renovación profunda. La desea el club, tanto porque tiene que aligerar los gastos como porque el rendimiento de varios futbolistas, incluyendo algunos de los mejor pagados, ha dejado bastante que desear. Y también los jugadores que se ven con opciones de seguir en Primera y que, en algún caso –podría ser el de Cote, Inui, Kike García y Enrich–, tienen una cláusula en su contrato que les libera en caso de descenso.

En principio, regresarán a sus clubes tras cesión Pozo, Soares, Kevin, Recio, Bryan y Muto. Acaban contrato Dmitrovic, Pedro León, Paulo y Arbilla: el primero va al Sevilla, el portugués tiene buen mercado y el navarro podría quedarse. Sí tienen contrato, con cláusula de descenso o no, Yoel, Correa, Bigas, Cote, Sergio, Expósito, Inui, Kike García, Quique González y Muto, además de Atienza. Diop y Aleix García podrían renovar por una serie de condiciones aunque parece muy difícil. Y Kadzior, Olabe, Tejero, Dios y Benito volverán tras cesión.A.U.L.