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EDITORIALA

Resistencia vasca frente a toda una «declaración de guerra»


La respuesta en Euskal Herria a la decisión del Consejo Constitucional francés de revocar dos capítulos fundamentales de la denominada Ley Molac fue rotunda e inmediata: los representantes vascos y la sociedad civil acordaron no aceptar ese fallo y defender el modelo de inmersión del euskara para que la lengua vasca pueda sobrevivir. La firma exprés de la ley «cepillada» por parte de Emmanuel Macron zanjó las especulaciones, una vía legal y las opciones de otro pacto político a corto plazo. Esto acrecentó aún más el enfado entre las fuerzas vascas. Las bonitas palabras detrás de las que el presidente francés intentó esta semana enmascarar las maniobras de sus burócratas militantes no han logrado el objetivo de endulzar el ambiente. Son palabras excepcionales por boca de un presidente francés, sin duda, pero van más allá de la politesse y entran de lleno en el terreno del cinismo político. Por ahora, no hay voluntad en París.

Para cambiar eso, ayer, en las calles de Baiona y en otras tantas ciudades de la periferia del Hexágono, miles de personas reivindicaron que se debe promover el resto de lenguas aparte del francés, que existe una responsabilidad social sobre la supervivencia y el desarrollo del euskara, el bretón, el catalán y el occitano, y que esta debe ir acompañada de un compromiso institucional. La Ley Molac ofrecía una seguridad jurídica que ha sido dinamitada por los reaccionarios jacobinos.

Construcción y reacción, militancias opuestas

Tal y como la aprobó la Asamblea por mayoría absoluta, la Ley Molac suponía tal avance en el plurilingüismo y el desarrollo cultural que las fuerzas reaccionarias no se conformaron con matizarla o debilitarla. Han buscado enquistar el problema décadas atrás. Han intentado cortar el paso de la supervivencia de las lenguas a su desarrollo. Han pasado por encima de los consensos logrados en las comunidades donde se hablan esos idiomas. Han llevado el debate a puntos superados por la práctica pedagógica probada durante décadas. Incluso desde su perspectiva metropolitana, han generado una crisis constitucional, forzando el sesgo de sus artículos. No en favor de la francofonía dentro de la geopolítica lingüística, sino desde una perspectiva centralista y negacionista que promueve la desaparición de otras lenguas.

Desde François Bayrou, padrino de Macron, hasta Alain Lamassoure, uno de los redactores del disputado artículo 2 de la Constitución, han mandado mensajes al presidente francés haciéndole ver que esta cadena de errores puede acabar pasándole factura. El panegírico «multiculturalista» de Macron responde a esos consejos. Todo ello, a intereses electorales contradictorios. Eso sí, en un caso son hechos –o leyes–, en el otro, palabras.

Una dinámica imparable y fructífera

El lehendakari Jean-René Etchegaray calificó la decisión del Constitucional de «declaración de guerra» y a sus promotores de «jacobinos», y planteó la opción de desobedecer a la vez que se buscan alternativas para garantizar el futuro de Seaska y una política lingüística proactiva. Junto a abertzales, centristas, progresistas y derechistas republicanos asistieron ayer a la inmensa movilización de Baiona. Fue una convocatoria plural y transversal, inaudita, en defensa del euskara, del modelo de inmersión, de los derechos de los euskaldunes. De la mano de los electos, muchos monolingües, y de la sociedad civil. Vista en perspectiva, esta marcha refleja el cambio político de calado que vive Ipar Euskal Herria.

Los prejuicios han provocado un fallo fatal en París, que hará daño al euskara y a las otras lenguas, pero que también se puede volver en contra de sus promotores. Y los prejuicios no han permitido a muchos prever que la sociedad y las instituciones de Ipar Euskal Herria están en una fase histórica dinámica, expansiva y militante.

En esta fase los consensos se construyen en torno a lo que todos y todas logran estar a favor. Por ejemplo, la resolución política de los conflictos, la paz, la justicia, un desarrollo socioeconómico endógeno, el desarrollo del euskara… Eso les hace conjurarse en favor de esos objetivos y valores, también frente a quienes los atacan y les menosprecian. No es magia; las discrepancias existen y las relaciones personales son cruciales. Nada es sencillo de gestionar, seguro, pero da resultados, es eficaz. A veces, adquiere forma de resistencia, incluso para hacer un desarme. Ahora, organizan un rearme político contra el jacobinismo, en defensa de la cultura vasca y de la capacidad de decisión y desarrollo de estos territorios vascos. Es una dinámica envidiable y ejemplar.