Raimundo Fitero
DE REOJO

Una pareja

La apuesta consiste en saber quién tiene más reparaciones faciales y corporales acumuladas en su larga hoja de servicio a su bandera, su ideología para incrementar su influencia en el mundo. Biden y Putin son dos hombres que representan el poder en toda su capacidad de control. Cuando se juntan, guardando las distancias que la animadversión recomienda, forman una pareja de desalmados. Son símbolos de un tiempo político disecado. Representan un delicado equilibrio de la Humanidad que en estos momentos ya no descansa solamente en ellos, ni en el número de sus ojivas nucleares, ni siquiera en su influencia militar y económica, sino que existe un punto de fuga invisible, una referencia obligada que se llama China y que parece que a Biden le han encargado convertirlo en un problema mayor.

El paseo del envarado Biden por Europa ha dejado una estela de reconversiones. Súbitas, de esfuerzos en vano, de confirmación de una autoridad inclasificable, pero que lo convierte, una vez más, en un padre ausente que regaña a los hijos de su amante perdida con un paternalismo de vodevil. El actual presidente de EEUU lleva décadas en cargos importantes de política internacional, por lo que al no ser un recién llegado, es un veterano de las guerras frías, tibias y refrigeradas. ¿En qué estado termométrico estamos?

Cuando no hay cámaras ni micrófonos, ¿de qué hablan Putin y Biden? ¿De China? ¿De las vacunas para el coronavirus?¿Sabrá Putin inglés? ¿Sabrá Biden ruso? El mundo debería preocuparse de estas reuniones de estos dos seres deshabitados, de esas dos vidas dedicadas a ejercer el poder de manera desmesurada y con fines concomitantes. A veces, cuando los enfocan de perfil, me parece que es uno repetido en un espejo. No queda muy claro si son una pareja de uno más uno o una pareja de dos.